INMUNIDAD NATURAL

sábado, 16 de julio de 2022

   A estas alturas cualquiera tiene un master de epidemiología y virología. La inmunidad es casi una asignatura obligada. Fernando Simón desapareció de la pantalla no porque la pandemia acabase, sino por ya era innecesario. Cualquier ciudadano de a pie cree dominar los entresijos del virus, sus mutaciones, los remedios fracasados y la compleja tecnología de las vacunas ARN. La inmunidad de la que gozamos, no nos ha llegado por las vacunas y las sucesivas infecciones, esa quizá constituya nuestra memoria inmunológica, pero la verdadera inmunidad natural vino por la necesidad de vivir. Hemos aceptado con tanta naturalidad el virus que su presencia no nos atribula lo más mínimo. Es posible que aquellos que por considerarse a sí mismos vulnerables, sigan con miedo. Ni son todos los que están, ni están todos los que son, pero hemos vuelto a la normalidad, una nueva realidad que necesitamos para no caer en la depresión del miedo. Existe una ceguera colectiva, quizá necesaria, no sabría decirlo, que nos ha hecho invulnerables o inconscientes, cada uno lo entenderá de una manera. Si viéramos la realidad tal como es, la tristeza nos invadiría. La realidad de las guerras, del sufrimiento de otros pueblos que nos llega con pateras, la injusticia, la iniquidad, la corrupción, el cambio climático que es ya imparable, cada una de las catástrofes que se suceden… y sin embargo, caminamos. Nos levantamos cada día para cumplir nuestra carga, la de cada cual. Esas desgracias vividas en primera o tercera persona, esos quejidos de la Naturaleza, cada una de las penurias que aparecen en los telediarios, son la vacuna que nos proporciona la inmunidad natural para seguir viviendo. No produce anticuerpos, ni está mediada por células killer, no hay calendario en la administración de dosis de recuerdo, ni se exige certificado de vacunación.
 
    Somos inmunes al desaliento, pero cada vez cuesta más tomar aire para seguir respirando esta atmósfera contaminada de crueldad e injusticia. No te pares, no te salves. 

         Mario Benedetti