En las tardes de solaz me siento a pensar cómo será el recuerdo de estos penosos momentos pasados unos años. Tal vez la pátina del tiempo ayude a suavizar sus aristas y desdibuje su dolor. Quizá cuando todo haya pasado venga un tiempo mejor, entonces ese dolor será apenas un rictus de tristeza. Recordaremos este año como un traspiés y a pesar de la caída, una oportunidad que nos permitió levantarnos con el orgullo del esfuerzo. No penetrará en nosotros el puñal del fracaso porque habremos iluminado la oscuridad con nuestra propia luz. Seremos hombres y mujeres renovados, cargados de la fuerza que da la superación.
En esos periodos de ensoñación me veo sonriendo al mundo, mofándome del destino que quiso hundirnos en el pozo de la desesperación y le dimos esquinazo. Trocamos su macabra intención en éxito. Fuimos triunfadores frente al funesto hado. Burlamos a la muerte, no todos, pero si los suficientes para sentirnos ganadores. Ese tiempo venidero asoma como un amanecer que anuncia un luminoso día.
Si durante ese tránsito por el futuro, vuelvo un instante al presente, me digo a mi mismo que no tardará en llegar la victoria. A veces incluso calculo cuánto tardará en hacerse realidad aquel sueño y no percibo su lejanía. Olvido por un instante los desastres que nos acompañan. Hablo para mis adentros, maldigo a Trump y sus fanáticos, escupo a la violencia y la intolerancia, niego las estrategias de enfrentamiento sin diálogo. Cierro los ojos para alejarme de aquellos pensamientos indecentes y de aquellos indecentes personajes para borrar sus nombres, sólo Trump, como un diablo maldito persiste en mi mente huidiza. Todas las guerras políticas de ahora, semejan simples escaramuzas sin mala intención, veo sin maldad el manejo de la crisis y sus errores (los del Dr. Simón y los del Gobierno) incluso hasta lo de Ayuso acabo reduciéndolo a un simple error de cálculo y no a su simpleza.
Cuando ese nuevo Tiempo llegue beberemos ambrosía en la copa que Ganímedes nos ofrecerá en el Olimpo. Seremos dioses. Hablaremos el lenguaje de los que fueron tocados por la Gloria. Nada podrá ya vencernos, seremos indestructibles, nuestro poder estará en nuestro coraje, en nuestra resolución para enfrentarnos a cualquier problema sabiendo que vamos a ganar. No habrá un después temeroso ni humillante, sólo el honor que obtienen los vencedores. Miraremos con misericordia los errores cometidos, comprenderemos las flaquezas que mostramos como hombres y mujeres, seremos benevolentes con muestras miserias. No veremos en nosotros más que la majestad y esplendor de los que se revolvieron contra la adversidad y la vencieron.
A veces mientras sueño con el final de esta tragedia y entreveo la derrota del virus, noto un frio que hiela un segundo mi espalda, un silencio que ensordece mis pensamientos durante un instante. Me digo a mi mismo que pasó un ángel, pero me atraviesa la duda.
¿Y si finalmente no ganamos la batalla?
¡No, hermanos! ¡Esa no es una opción posible!
Si perdemos, entonces este aciago momento no será más que el anticipo del dolor más terrible, el comienzo del Fin de los Tiempos.