LO COTIDIANO

lunes, 25 de abril de 2022

   Cada día te levantas y concedes un nuevo plazo al mundo para que cambie. Abres los ojos y compruebas que el horizonte sigue lejos, quedan muchos pasos que dar y la voluntad flaquea. Apagas la alarma del reloj, te resistes a abandonar el cobijo seguro del lecho, frotas los ojos para ver si en realidad todavía estás en el sueño. No tienes otra elección que levantarte y afrontar lo cotidiano. El peso del tiempo entumece los músculos y das pasos torpes camino del baño. Anhelas la próxima tregua que llegará el sábado o las próximas vacaciones, un puente, un festivo a mitad de semana. Cualquier incentivo da valor a tus piernas. 

   ¡Que fugaz es el tiempo! Pasas las semanas contemplando las mismas caras, oyendo la misma radio, con idénticas noticias, mirando sin ver los mismos programas de televisión. La monotonía de lo diario corre veloz y tú la sigues persiguiendo el sueño de que cambie, que lo cotidiano sea diferente. Es muy difícil cambiar de senda, salirse del camino de baldosas amarillas y emprender un rumbo incierto que fracture lo cotidiano en mil pedazos brillantes. Acabas resignado a caminar derecho sin perder el paso. Si miras atrás ves los proyectos alejarse y al mirar al frente una bruma te impide ver el incierto futuro. Caminas sonámbulo entre durmientes. Resistes. 

   Un día te despiertas y es otoño. Sólo te espera la lluvia y el frio envolviendo lo cotidiano. Es posible que no puedas escapar de este teatro, pero puedes convertir cada resquicio que te deja la gris rutina en rojo de feria. Disfrutar de los pequeños momentos. Lo cotidiano teme a un buen vino, le asusta un reconfortante viaje, una comida con los amigos le repele, teme que lo cambies por una película, no soporta la risa, le duele cuando te evades en la lectura o la escritura. 

   No te concederá más regalos la vida que los que consigas arrebatar a su monótono paso. No permitas que ninguno se escape. No digas mañana, porque mañana no existe y sólo te espera lo cotidiano.

MANGANTES Y MAGNATES

sábado, 16 de abril de 2022

   Mangante m. y f. coloq. Sinvergüenza, persona despreciable sin oficio ni beneficio. 

  Cuando la indecencia deja de ser un concepto abstracto y toma cuerpo de realidad palpable, se produce la náusea. Lo podrido de la sociedad emana su efluvio hasta nuestras narices y comprobamos que existe el mal. Los calificativos se acaban, los que les llaman pillos o truhanes, los que apelan a la consabida picaresca nacional, no están más que ocultando que el sistema permite a esta basura cohabitar entre nosotros. No sólo lo permite, sino lo alimenta. Estos personajes salidos de los negocios, del papel cuché, de la alta sociedad, pero de la baja estofa y peor catadura moral, no dejan de superarse en su indigno comportamiento. 

   Los negocios fáciles, los chanchullos facilitados por el dinero ajeno, sin trabajar, permiten a estos indeseables cometer sus fechorías. No tienen excusas, ni perdón. No hay explicación posible a esta indecencia. Si lo del hermano de Ayuso parecía obsceno, saltan a la prensa estos sinvergüenzas con un grado mayor. En los peores momentos del país, luciendo en sus muñecas banderitas, atribuyéndose una españolidad que les pertenece por clase o por derecho divino. Lo peor es que es un suma y sigue a los que los precedieron: Rodrigo Rato, Luis Bárcenas, el Emérito… Cómo acabar con esta rémora para el progreso y la decencia moral de un país. En la crisis económica, en la pandemia, en las guerras, magnates y mangantes se reparten la riqueza que otros pierden. Nunca estuvo en su objetivo mirar por el bien común, sólo las cuentas propias saneadas y a buen recaudo en paraísos fiscales o en sociedades offshore les quita el sueño. 

   En tiempos de penuria los artículos de lujo, coches deportivos exclusivos, yates, relojes de precios desorbitados… cotizan al alza. El tipo este, Alberto Luceño se gastó 60.000 euros en una semana de hotel, mientras morían en los hospitales cientos de personas. Cualquiera de los sanitarios que trabajaba y sufría en esos hospitales, necesita más de un año para ganar ese dinero. 

   Cuando en este infierno de la guerra se habla de penalizar a los magnates rusos, pienso, ¿no sería necesario evitar que los magnates acumularan tanta riqueza innecesaria, mientras sus conciudadanos viven en la miseria? No confío en la Justicia, que suele llegar tarde y trata con guante de seda a estos mangantes, sus delitos se esfuman o prescriben o desaparecen las pruebas. Espero al menos que la sociedad y las empresas recuerden sus nombres para que su suciedad no nos manche de nuevo. 

   Lo dicho cuando la indecencia se hace palpable me llega su hedor, lo malo es que poco a poco te acostumbras hasta al olor de la podredumbre.


Luis Medina

HIJOS DE PUTIN

domingo, 10 de abril de 2022

   En la vida hay quien nace con estrella o estrellado. Este es un viejo axioma. Ser hijo de Putin o nacer en la cloaca son fruto del azar. El destino, dirán otros, baraka o la funesta mala suerte que envuelve algunos a los que llaman cenizos, agoreros o gafes. Ya con esto podríamos conformar la vida en dos tipos: los afortunados y los pagafantas. 

   Ya sabemos que no es tan simple. Los hijos de put no se conforman con lo que tienen, a menudo les parece poco, los demás les deben la vida como mínimo. Tienen la ventaja que siendo como son hijos de p, no temen dañar, igual ejecutan órdenes siniestras, como ordenan su ejecución. Claro que siempre puede haber un hijo de p más hijo de p que ellos. Ahí se crea un conflicto de hijos de p que finaliza casi siempre con un pagafantas lesionado. Probablemente alguno de los hijos de p sufrirá secuelas sino la misma defunción, pero siempre habrá efectos colaterales sobre los desafortunados que les rodean. 

   En este mundo globalizado el problema ha ido a más. Te encuentras un hijo de p en el otro extremo del planeta, que por su ambición o simplemente porque ese día el desayuno le sentó mal y le da por cagarse en el mundo. Su vecino sufre el ataque de diarrea. Al hijo de p se le pasa, pero vista la oportunidad y siendo como es cada vez más hijo de p, no sólo no le pide perdón, sino le culpa de su gastroenteritis y quiere cobrarse venganza. Cuando una mariposa bate las alas en Singapur, se despierta una tormenta en las Azores. Es el efecto de la entropía, el efecto del mal que desordena los átomos y pone en ebullición la materia. 

  El bien por el contrario tiene más efectos locales que sistémicos, pone en orden algunos átomos díscolos pero no consigue reagruparlos en un conjunto. Así los bondadosos crean felicidad a su alrededor, reparten amor en su entorno, a veces en el caso de los santos transciende su acto y aparecen simuladores que amortiguan el mal que campa habitualmente a sus anchas. Simples manos de cal sobre la negrura del carbón. 

   Hijos de Putin los hay a diestro y siniestro, no negaré que se les puede ver en todas partes. Pero tienen entre ellos energías opuestas que los atraen y suelen confluir en algunos ambientes. La política y los negocios, son punto habitual de encuentro. Tenemos ejemplos numerosos, dictadores que inician guerras en las que mueren otros, corruptos sin escrúpulos enriqueciéndose mientras los paganos morían del COVID, predicadores del mal que se unen a la política para defender lo indefendible (algunos utilizan lenguajes encriptados, manipulando los significados, donde dice violencia machista dicen violencia intrafamiliar, ante la memoria histórica anuncian la reconciliación, el señorito Iván de los Santon Inocentes quiere ser amigo de Paco el cojo siempre que no deje de rastrear sus perdices y de que Regula siga masticando su miseria). Ellos van a lo suyo, los hijos de Putin mentirán como bellacos para que los quieras. Están entre nosotros, abre los ojos y los verás ¿Se arrepienten o se sonrojan? Ni lo sueñes, los hijos de put no tienen conciencia, sacan pecho, presumen, insultan a quien les reprende su acto deshonesto. Vigilad vuestras espaldas cuando estéis cerca de uno de estos especímenes, para ellos la oportunidad de ganar no les impide apuñalar con saña. Para ser hijo de p profesional hay que cursar estudios superiores de insolidaridad, desfachatez, arrogancia y como en Harry Potter ser diestro en las artes oscuras. ¿Son más felices, vale la pena se hijo de Putin? Os preguntareis. Es probable porque ellos están convencidos que hacen lo que deben, los afectados son los que se encontraban entre él y el objetivo, por tanto, en el lugar equivocado. No sienten, no padecen la pena del remordimiento. Generalmente el mal cotiza a mejor precio que el oro, mientras que la bondad se vende barata como los melones en verano. 

   Así que si queréis seguir siendo buenos, felices a ratos, irradiando amor y en paz con vuestra alma repleta de prejuicios y atormentados sentimientos de culpa, allá vosotros. Ya sabéis que el infierno no existe, creo que lo dijo el Papa, luego, no va a haber caldera de Pedro Botero. El purgatorio está en cuestión, yo creo que desaparecerá los próximos años. Así que nos vamos a encontrar todos en el cielo los hijos de puta y los bondadosos, como no sea que allí a uno les repartan ambrosía y a otros les den mierda para comer, no sé para qué esforzarse en ser bueno. Casi estoy por pensar que los hijos de p se las apañarán en el cielo para llevarse los manjares y ¿a que no sabes a quien le va a tocar la mierda? 

   Contra toda esa miseria humana, sólo queda la poesía de las almas nobles y puras, los que atrapan los átomos a su voz y a su melodía, a su impúdica voluntad de despertar a los durmientes. Son el último cartucho para los que nacieron estrellados y no tienen alas para levantarse.

         INVISIBLES - Anna