Cuento de Año Nuevo.
Ya no hablo más de Cataluña hasta el año que viene.
Personajes: Puigdemont como Caperucita y Rajoy como el Lobo. La Abuela, el cazador y la cesta las pones tu que a mi ya me cansa.
Érase una vez una caperucita nueva. Siempre había sido una niña dócil, obediente, nunca le había gustado el conflicto. Su madre confiaba en ella. Caperucita la ayudaba en casa. Se podría decir que era una niña modelo. ¿Qué pasó para que se transformara?
Caperucita es ahora una niña rebelde, contestataria, no se atiene a los consejos de la madre. Sigue yendo a llevar a su abuela la cestita con queso, un pastel y una jarrita de miel, pero a regañadientes. Por llevar la contraria, a veces pone nueces aún a sabiendas que su abuela no tiene dientes.
Sale al bosque y hace girar su cestita, canta, baila y arma tanto alboroto que hasta el cazador le advierte que con tanto ruido puede atraer al lobo. Ella no le teme. El lobo no puede correr más que ella. Por muy lobo que sea, sigue siendo un ser fácil de manejar, tontorrón y presuntuoso, mal acostumbrado a ganar por la inoperancia de otros, pero con ella iba a ser distinto. Caperucita se sabe una chica lista, con recursos, ¿Por qué, si no, era la primera de la clase y la preferida de los chicos? Pero al andar por el bosque, el cazador no se equivoca, encuentra al lobo esperándola apoyado en un árbol. En realidad es un lobo un poco bobo, el macho alfa no es más que un charlatán al que dejaron ganar en la pelea, un títere al frente de la manada era más fácil de manejar. Caperucita no sabe, que por muy tonto que sea, un lobo siempre es un lobo. Ella confía en sus dotes, en sus argucias. Son tal para cual. Dos engreídos, dispuestos a salirse con la suya. Escuchar a su madre es lo último, dejarse aconsejar por el cazador una humillación. Ya se verá de lo que es capaz. Entre tanto, el lobo rapaz pone cara de interesante para que ella le pregunte, pero al ver que la chica está dispuesta a pasar por su lado sin mirarlo, le dice:
-¿A dónde vas Caperucita?
-A casa de mi abuelita a llevarle un queso, un pastel y una jarrita de miel…
No os cansaré con la conversación que ya la conocéis, pero es verdad que el lobo para llevársela a su terreno le ofreció un camino más largo. Qué poco conoce a esta chica el lobo, bobo infeliz. No convence a las lobas, que espera de las caperucitas. Ella irá por la senda, aunque tenga que atravesar el rio, aún a riesgo de mojar la cesta y su contenido. Ella irá por el camino más corto. ¿Acaso no conocía el bosque? Todos eran iguales, el cazador, el lobo,.. nadie mandaba sobre ella, era una chica independiente y esta consigna libertaria la mantendría fuera como fuera el camino. Quien quiera aconsejar que se haga consejero, lobos a ella..
Viendo el lobo que la convicción no era su fuerte, pensó que sólo le restaba correr más. En eso era especialista, cada día salía a correr y caminaba con paso raudo, acompasando los brazos y poniendo cara de velocidad. A él no le iba a afear el gesto una mocosa. Se fue por el camino, ya tomaría algún atajo, que él también conocía el bosque.
Caperucita caminaba con paso decido, incluso se permitía alguna carrera. Si cayó un par de veces no fue a su parecer por su culpa, alguien habría puesto las piedras en el camino. Le delataban sus arañazos en las rodillas pero no pensaba reconocer que había tropezado, si acaso alguna rama le había golpeado las piernas, eso pensaba contar. Lo difícil sería justificar ahora su ropa mojada tras caer de bruces en el rio. Menos mal que la jarrita de miel no se rompió, pero el pastel, ya no era un pastel. ¿Qué más da, qué sabrá mi abuela de pasteles? No se arredró Caperucita, no sabe el lobo con quien se la estaba jugando, decidida como estaba a llegar a casa de su abuela. Cuando llegó encontró extrañamente la puerta abierta y a su abuela en la cama. Enseguida sospechó que aquella abuela con cara de lobo feliz, no era su abuela. Y su abuela-lobo le sonreía, le mostraba su reluciente dentadura, por eso reconoció que no podía ser su abuelita. El lobo se mostraba feliz tras haberse zampado a la vieja y haberse vestido con su camisón. Sólo las orejas sobresalían, no pudo esconderlas bajo el gorro de noche de la abuela.
-¿Qué orejas más grandes tienes abuelita?
-Para escucharte mejor Caperucita.
-Pues no escuchaste nunca nada “abuelita” y ¿Qué manos más grandes tienes abuelita?
-¡Para agarrarte mejor Caperucita!...
Y viendo que el lobo se le abalanzaba salió corriendo la niña. Dicen que corrió tanto que se salió del bosque. Unos pastores dijeron que la habían visto por allá por Bélgica y que les dijo que ya volvería cuando al lobo se le pasara el hambre.
Por eso niños, no os fieis nunca del lobo aunque parezca bobo y no seáis como Caperucita que por no escuchar a nadie perdió su pastel y a su abuelita.
¡Feliz Año Nuevo!