CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO FELIZ (NO FEROZ)

jueves, 28 de diciembre de 2017

Cuento de Año Nuevo.
Ya no hablo más de Cataluña hasta el año que viene.
Personajes: Puigdemont como Caperucita y Rajoy como el Lobo. La Abuela, el cazador y la cesta las pones tu que a mi ya me cansa.

   Érase una vez una caperucita nueva. Siempre había sido una niña dócil, obediente, nunca le había gustado el conflicto. Su madre confiaba en ella. Caperucita la ayudaba en casa. Se podría decir que era una niña modelo. ¿Qué pasó para que se transformara?

   Caperucita es ahora una niña rebelde, contestataria, no se atiene a los consejos de la madre. Sigue yendo a llevar a su abuela la cestita con queso, un pastel y una jarrita de miel, pero a regañadientes. Por llevar la contraria, a veces pone nueces aún a sabiendas que su abuela no tiene dientes.

   Sale al bosque y hace girar su cestita, canta, baila y arma tanto alboroto que hasta el cazador le advierte que con tanto ruido puede atraer al lobo. Ella no le teme. El lobo no puede correr más que ella. Por muy lobo que sea, sigue siendo un ser fácil de manejar, tontorrón y presuntuoso, mal acostumbrado a ganar por la inoperancia de otros, pero con ella iba a ser distinto. Caperucita se sabe una chica lista, con recursos, ¿Por qué, si no, era la primera de la clase y la preferida de los chicos? Pero al andar por el bosque, el cazador no se equivoca, encuentra al lobo esperándola apoyado en un árbol. En realidad es un lobo un poco bobo, el macho alfa no es más que un charlatán al que dejaron ganar en la pelea, un títere al frente de la manada era más fácil de manejar. Caperucita no sabe, que por muy tonto que sea, un lobo siempre es un lobo. Ella confía en sus dotes, en sus argucias. Son tal para cual. Dos engreídos, dispuestos a salirse con la suya. Escuchar a su madre es lo último, dejarse aconsejar por el cazador una humillación. Ya se verá de lo que es capaz. Entre tanto, el lobo rapaz pone cara de interesante para que ella le pregunte, pero al ver que la chica está dispuesta a pasar por su lado sin mirarlo, le dice:

-¿A dónde vas Caperucita?

-A casa de mi abuelita a llevarle un queso, un pastel y una jarrita de miel…

   No os cansaré con la conversación que ya la conocéis, pero es verdad que el lobo para llevársela a su terreno le ofreció un camino más largo. Qué poco conoce a esta chica el lobo, bobo infeliz. No convence a las lobas, que espera de las caperucitas. Ella irá por la senda, aunque tenga que atravesar el rio, aún a riesgo de mojar la cesta y su contenido. Ella irá por el camino más corto. ¿Acaso no conocía el bosque? Todos eran iguales, el cazador, el lobo,.. nadie mandaba sobre ella, era una chica independiente y esta consigna libertaria la mantendría fuera como fuera el camino. Quien quiera aconsejar que se haga consejero, lobos a ella..

   Viendo el lobo que la convicción no era su fuerte, pensó que sólo le restaba correr más. En eso era especialista, cada día salía a correr y caminaba con paso raudo, acompasando los brazos y poniendo cara de velocidad. A él no le iba a afear el gesto una mocosa. Se fue por el camino, ya tomaría algún atajo, que él también conocía el bosque.

   Caperucita caminaba con paso decido, incluso se permitía alguna carrera. Si cayó un par de veces no fue a su parecer por su culpa, alguien habría puesto las piedras en el camino. Le delataban sus arañazos en las rodillas pero no pensaba reconocer que había tropezado, si acaso alguna rama le había golpeado las piernas, eso pensaba contar. Lo difícil sería justificar ahora su ropa mojada tras caer de bruces en el rio. Menos mal que la jarrita de miel no se rompió, pero el pastel, ya no era un pastel. ¿Qué más da, qué sabrá mi abuela de pasteles? No se arredró Caperucita, no sabe el lobo con quien se la estaba jugando, decidida como estaba a llegar a casa de su abuela. Cuando llegó encontró extrañamente la puerta abierta y a su abuela en la cama. Enseguida sospechó que aquella abuela con cara de lobo feliz, no era su abuela. Y su abuela-lobo le sonreía, le mostraba su reluciente dentadura, por eso reconoció que no podía ser su abuelita. El lobo se mostraba feliz tras haberse zampado a la vieja y haberse vestido con su camisón. Sólo las orejas sobresalían, no pudo esconderlas bajo el gorro de noche de la abuela.

-¿Qué orejas más grandes tienes abuelita?

-Para escucharte mejor Caperucita.

-Pues no escuchaste nunca nada “abuelita” y ¿Qué manos más grandes tienes abuelita?

-¡Para agarrarte mejor Caperucita!...

   Y viendo que el lobo se le abalanzaba salió corriendo la niña. Dicen que corrió tanto que se salió del bosque. Unos pastores dijeron que la habían visto por allá por Bélgica y que les dijo que ya volvería cuando al lobo se le pasara el hambre.

   Por eso niños, no os fieis nunca del lobo aunque parezca bobo y no seáis como Caperucita que por no escuchar a nadie perdió su pastel y a su abuelita.

   ¡Feliz Año Nuevo!



CÍRCULOS CERRADOS

sábado, 23 de diciembre de 2017

   Él estaba allí mirando al viejo asomado a la ventana. Si se fijaba en su figura, todavía podía recordar la de aquel hombre que fue. Un hombre bueno podría decirse. Nunca hizo daño a sabiendas. No entraba en su conciencia, ni en su estilo. Trabajador, educado, inteligente, compañero. Nada de aquello quedaba si no en el recuerdo de los que le conocieron. Pero el recuerdo es siempre frágil como el cristal. Cada cual tiene sus propios problemas. Cada vida exige unos tributos y no se puede estar para saldar cuentas de otros. Él estaba allí mirando a su padre y no podía huir, por los lazos de sangre, por la conciencia que le inculcó aquel hombre o simplemente porque no podía abandonar en la intemperie del tiempo a un compañero de viaje. Manuel había sido un buen médico. Todavía recibía notas de agradecimiento por correo, felicitaciones por Navidad. ¿Es que aún había gente que escribía por Navidad? Serían personas que pertenecían a otra época, quizá a otra dimensión, pero desde su mundo no podían dejar de agradecer el trabajo de aquel hombre. Reconocían que su vida estuvo en sus manos y sus manos se posaron sobre ellos para llevarles paz y para sanarlos. Eso no puede olvidarse fácilmente. Si alguna vez olvidamos las manos que nos levantaron, estaremos muertos. Su hijo desde el quicio de la puerta no podía dejar de mirarlo. Recordaba tantas cosas… su mente retrocedía en el tiempo como en un viaje astral al pasado. A los primeros días, al oscuro rincón del pensamiento que guarda los recuerdos imperecederos. Aquel día de Reyes, la noche anterior en que su madre preparaba la paja y las algarrobas para los Magos, en una cesta pequeña con una cinta roja alrededor. La misma cesta que amanecía al día siguiente repleta de dulces, como por encanto, transformada como una Cenicienta. Junto a ella los regalos. El tambor, el mono de los platillos, el coche eléctrico, daba igual, todo le hacía abrir los ojos de par en par. La emoción de rasgar el papel y descubrirlo. Allí estaba aquel hombre junto con su madre que ya los dejó hace tiempo, animándolo a que lo abriera, sorprendiéndose de la hermosura del regalo, prestándose a los juegos. Por eso tenía que permanecer ahora dispuesto a soportar el revés que la vida traía. El círculo se cerraba, pero a la vez se preguntaba si quedaría incompleto, si no habría más círculos concéntricos, si alguna vez tendría a alguien mirándolo a él en su decrepitud.

   Esperaba que no.

   Pero no podía dejar de preguntarse ¿Quién era en realidad aquel viejo?. Acaso si alcanzara a saberlo ¿Le daría fuerzas para continuar?¿Cerraría la cuadratura del círculo?


Depedro y Vetusta Morla - Diciembre
 

LOS PAYASOS DE LA TELE

domingo, 10 de diciembre de 2017


   ¿Gabi, Fofo, Miliki y Fofito? No, otros mejores. 

   La televisión es gracias a nuestros políticos un circo. Trapecistas sin red, domadores de las más exóticas leyes, saltimbanquis del verbo, acróbatas de la verdad, magos e ilusionistas, pero sobre todo payasos.

   En todos los partidos políticos podemos encontrar ejemplos de idioteces mayúsculas, pero sin duda alguna el Partido Popular nos ha regalado perlas en los últimos años que eclipsan completamente a los mejores clowns de todos los tiempos (Estoy seguro que Gila incorporaría algunos de sus recursos al teléfono, Chiquito de la Calzada daría varios pasos atrás y adelante con el consiguiente "condemor" al son de sus chanzas… ). Sus comentarios pueden hacer palidecer de vergüenza tanto como provocar un ataque de hilaridad que nos congestione el rostro. Y lo han hecho con tanta naturalidad que al menos hay que reconocerles el mérito de ser magníficos actores.

   Luis Bárcenas, su transformación de ejecutivo engominado a ex presidiario, mostrando a las cámaras el dedo más largo de su mano, abandonado por los de su clase y adoptado por los presos que le hicieron cambiar su signo de un solo dedo por los cuatro en que reconocía su pertenencia a aquel módulo 4 de Soto del Real. Ahora ya en silencio, pese a prometer más actuaciones. ¡Qué lástima!

   Mariano Rajoy que pasó de sus incondicionales mensajes de apoyo hasta un patético reconocimiento de que en los papeles de Bárcenas era todo falso “menos algunas cosas” y sufrió posteriormente un ataque de amnesia que no solo le hicieron olvidar aquellas cosas sino que no le permitían recordar el nombre de quien las anotó. Escribió él sólo un capítulo ignominioso de aquello que un hombre de estado no puede permitirse, los silencios que delatan, las actuaciones desde el plasma, la inacción como movimiento.

   María Dolores de Cospedal, ha estado siempre ahí para que no nos faltara nunca la seguridad de que es necesaria de nuevo la introducción en la LOMSE (o como se llame ahora) algún curso de dialéctica. Si educación para la ciudadanía no era más que puro maquillaje de la voluntad de adoctrinamiento Zapatista según nuestro ex ministro Wert (que nunca dejaremos de tener en nuestro recuerdo), que se introduzca la ética y la poética en el Bachillerato. Su discurso de la indemnización en diferido será recordado para siempre como uno de los hitos de la literatura suburbana. Todas las escuelas de periodismo seguramente lo tomarán como modelo de cómo se puede parecer que se está hablando de algo y acabar sin saber que se ha dicho, ni por el propio emisario.

   Alfonso Rus, ese hombre bajo, con marcados rasgos de hombre del pueblo, campechano, con un gracejo natural, que invita a compartir unas risas y unas cervezas con él, cayó en desgracia por unas insignificantes conversaciones grabadas a traición en que contaba con naturalidad los euros a repartir. Tal cual como en un programa de Epi y Blas nos iba enseñando a contar hasta el doce y con gran satisfacción hacía el cambio a pesetas: "dos millons de peles". ¡Impagable documento! Pero no menos grande que ver en imágenes al actor de reparto Marcos Benavent sobrevenido a santón tibetano, arrepentido de la cosa nostra que en vez de aplicarse la omertà se transforma de yonkee del dinero en pájaro cantor. El esperpento de Valle Inclán superado por la triste realidad de España.

   Rodrigo Rato y Blesa, magníficos ejemplos de transformismo profesional, desde su posición de brillantes ejecutivos, del financiero más cotizado por los gobiernos y por el fondo monetario internacional, al ignorante más palurdo que es incapaz de ver anormalidad alguna en el uso de las tarjetas black, capaz de utilizar como estrategia precisamente la ausencia de conocimiento en la materia que había liderado años antes, solo le faltó responder al juez : Eh! ¿Mande?

   Esperanza Aguirre, cazatalentos profesional de grandes talentos de la corrupción, nos ha regalado continuos momentos de hilaridad. Moviéndose magistralmente entre la comicidad, la crítica mordaz del que ve muy bien la paja del ojo ajeno y el escapismo para no ensuciar su imagen de condesa inmaculada. Los últimos episodios que protagonizó tras su reincidente dimisión fue su oferta de ser alcaldesa para sustituir a la inefable Ana Botella (que merece un capítulo especial por su "relaxing cup con café con leche" y otras proezas) la han encumbrado a las más altas cimas del cinismo y la hipocresía. La esperpéntica Aguirre convertida en sacerdotisa conocedora de los arcanos de la adivinación, nos revelaba nuestro infausto futuro si cedíamos al poder de la malévola Manuela Carmena. Y por fin la han echado, por que ella no se ha ido, la ha despedido su propia ineptitud in vigilando.

Los de su charca siguen regalándonos momentos impagables, empezó a croar Francisco Granados y le siguieron entre otros Ignacio González convertido de héroe a villano en un abrir y cerrar de ojos, sus conversaciones con otro insigne “valenciano”, el gran Zaplana (Temo más que al trueno, las grabaciones de lo que nos falta por oír) son esclarecedoras, les falta la nariz roja para ser más auténticas.

¿Qué más se puede esperar de estos prohombres?

   Dicen que todo esto ya es pasado, que olvidemos aquello sucedido hace tanto, que son tiempos nuevos. Pero me resisto a perder de vista aquel talento con el que han amenizado nuestras vidas.

   Si bien, ahora que vamos a dos pistas con el espectáculo del Procés en paralelo, se nos desdibuja tanto gracejo, tanta ocurrencia, tanto arte que puede acabar oscureciendo al mismo Cirque du Soleil. Nos queda la función del 21-D.

   Además en el panorama internacional hay algún que otro clown de pelo amarillo que seguro no nos defraudará. El circo nacional agradece la injerencia y las cortinas de humo que oculten los errores en la pista.

   La Tele es un suma y sigue que nos mantendrá entretenidos hasta el fin de los tiempos o hasta el comienzo de un tiempo nuevo, sin corruptos ni payasos políticos.


   Dios dirá.

Miguel Poveda. A ciegas