Trampantojo. En la RAE: trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es.
No estoy muy seguro que esto pueda ser mi propio trampantojo, el que yo me he formado de esta complicada realidad. Pido perdón por lo que pueda haber de erróneo.
No estoy muy seguro que esto pueda ser mi propio trampantojo, el que yo me he formado de esta complicada realidad. Pido perdón por lo que pueda haber de erróneo.
A veces, fruto del azar o mediante extraños conjuros, aparecen en nuestro entorno fenómenos distorsionadores que nos engañan a la vista y al sentido común. Que levante la mano quien piense que Trump no es un elemento desconcertante. Millones de personas le creyeron el estadista idóneo para la mayor potencia del mundo, sacaría de la miseria a los pobres que conviven con la opulencia y la riqueza ofensiva de los mega ricos. Lo auparon al poder aquellos que querían entrar a formar parte de ese sueño americano. No veían tras el flequillo rubio al magnate, al empresario que hasta ese momento se había dedicado a hacer crecer sus riquezas sin importarle la ética, ni la estética. Parecía el nuevo mesías por cuya grosera boca de dientes blanqueados salían promesas imposibles de cumplir, pero tan sugerentes, tan irreales, tan imposibles que parecían al alcance de la mano. De esta manera se le dio el cetro al falsario, porque la ilusión les cegó el intelecto, se dejaron seducir por mentiras adorables aunque quien las pronunciaba no tenía crédito para cumplirlas.
No es exclusivo de los americanos ver realidades soñadas como verdades incuestionable. También nosotros andamos entre trampantojos, moviéndonos a trompazos, aceptando las trampas de los tramposos de siempre. La derecha que nos gobierna, que viene elegida por el dedo siempre acusador de Aznar (que nos juzga hasta desde su silencio y nos condena cuando habla), que a su vez proviene del magnánimo dedo de Fraga, originario de un régimen cuyo caudillo firmo de puño y letra la sentencia a muerte de demócratas y liberales. Ellos que no han sabido todavía soltar el lastre del postfranquismo y que se han bañado en las turbias aguas de la corrupción hasta salir embarrados de ese charco, ahora nos venden la redención. Se erigen como los verdaderos salvadores de la patria, la que llenaron de mentiras, de promesas incumplidas, de pufos bancarios, de fraudes electorales, de obra pública inacabada o con sobrecostes infames. Ahora van a ser los que nos saquen del agujero que se cavaba frente a sus narices sin mover un dedo y que ayudaron a cavar, ninguneando a los catalanes, presentando mociones de inconstitucionalidad al Estatut, arreglando el Tribunal Constitucional para que sirviera al propósito. Ellos, los ausentes hasta ayer, las sombras que no quisieron poner soluciones, esgrimen ahora la sacrosanta Constitución (texto al parecer de inspiración divina e inalterable) para imponer el Orden. Este artículo 155 que seguramente (perdón por mi ignorancia) se redactaría como un copia y pega de otras constituciones, sin saber muy bien para que servía (porque al parecer nadie lo sabía hasta anteayer), se viste de gala, se rellena de Derecho, de Garantías Civiles, de Orden Constitucional, de Salvaguarda de la Democracia (todo con mayúsculas por favor) y ya está listo para anular lo que con tanto esfuerzo hemos ido construyendo en los 42 años tras la dictadura. El trampantojo está servido y además parece la solución lógica, la necesaria, la única. Aún con la incertidumbre de si los declarados en rebeldía aceptaran de buen grado el correctivo, de si su aplicación requerirá de los servicios de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en una sociedad, la catalana, que está febrilmente excitada.
Del otro lado (aunque todo forma parte del mismo lado) el Procés y sus artífices, una suma de fuerzas que en otro momento hubiera sido impensable (la derecha burguesa de CiU reconvertida en PDeCAT a fuerza de escándalos de corrupción, la izquierda independentista de la CUP y Esquerra Republicana). Entre todos, con la inestimable ayuda de la inacción del Gobierno del Estado elaboraron el trampantojo de esta nueva ínsula Barataria en que han convertido a la República Independent de Catalunya. Apropiándose de un sentimiento de identidad legítimo, que no tiene porque ser excluyente, si no que puede conciliarse con el sentimiento de pertenecer a una tribu hispana o incluso a una tribu europea, han creado por inoperancia, por interés particular y no general, por incompetencia, un laberinto de salida incierta. Estos próceres elegidos democráticamente han subvertido la democracia. Han tratado de ningunear a los que no les votaron, han recontado el apoyo popular a partir de los movilizados en las calles sin contar los que enmudecían en sus casas, han dado legitimidad a un referéndum ridículo por ilegal, por falto de garantías, irrisorio a los ojos del mundo. Si no hubiera sido por la incompetencia de un Ministerio de Interior que provocó situaciones de violencia innecesaria, hubiera pasado por ser un festival de las urnas de nula relevancia política. Basándose en esta votación amañada en la participación por la falta de control, por la propaganda mediática desde los medios públicos (al mismo nivel que gobiernos fascistas han utilizado televisiones y prensa en el pasado), con un recuento en diferido, con anuncio de DUI si pero no (patético), convocatoria de elecciones(a los gritos de traidor) y vuelta atrás (al grito de ¡President, president!), negociaciones in extremis en que los negociadores se dejaban llevar más por su propio papel ante el público que por el verdadero interés general. Y finalmente la declaración de independencia, con un Parlament menguado de parlamentarios, a escondidas tras el voto secreto. Todo lo vergonzoso que podía imaginarse ha sido superado.
Y ahora, aquí estamos en esta especie de sueño o pesadilla en la que políticos incompetentes nos han metido. Los actores de este trampantojo quedan deslegitimados para ofrecer soluciones si no han sabido encontrarlas antes. Los jueces deberán hacer ahora lo que no hicieron los políticos. Como suele decirse, siempre queda el consuelo de que la Historia les juzgará. Aunque visto lo visto, la Historia lleva una venda en los ojos (¡Ah no! ¡Eso era la Justicia!) ¡Apañados estamos!.
"—Sancho amigo, la ínsula que yo os he prometido no es movible ni fugitiva: raíces tiene tan hondas, echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está a tres tirones; y pues vos sabéis que sé yo que no hay ninguno género de oficio destos de mayor cantía que no se granjee con alguna suerte de cohecho, cuál más, cuál menos, el que yo quiero llevar por este gobierno es que vais con vuestro señor don Quijote a dar cima y cabo a esta memorable aventura. Que ahora volváis sobre Clavileño con la brevedad que su ligereza promete, ora la contraria fortuna os traiga y vuelva a pie, hecho romero, de mesón en mesón y de venta en venta, siempre que volviéredes hallaréis vuestra ínsula donde la dejáis, y a vuestros insulanos con el mesmo deseo de recebiros por su gobernador que siempre han tenido, y mi voluntad será la mesma; y no pongáis duda en esta verdad, señor Sancho, que sería hacer notorio agravio al deseo que de serviros tengo.
—No más, señor —dijo Sancho—: yo soy un pobre escudero, y no puedo llevar a cuestas tantas cortesías; suba mi amo, tápenme estos ojos y encomiéndenme a Dios, y avísenme si cuando vamos por esas altanerías podré encomendarme a Nuestro Señor o invocar los ángeles que me favorezcan".
La Promesa de Don Quijote a Sancho Panza. La Ínsula Barataria.