LOS BÁRBAROS

domingo, 13 de agosto de 2023

   Los bárbaros siempre están afuera. Fuera de las fronteras esperando asaltarlas, en el extrarradio de las ciudades, hacinados y sucios, en otras comunidades, en otros barrios, en otras familias, fuera de nuestra casa. Así es como podemos mirarnos y vernos con dignidad, comparándonos con los bárbaros que son siempre los otros. 

   Ellos tienen dioses paganos, adoran banderas fraudulentas, hablan lenguas extrañas, visten ropas estrambóticas, miran de forma furtiva. Son distintos a nosotros y siempre están al acecho. Debemos estar vigilantes porque los bárbaros pueden en cualquier momento asaltarnos con dudas, violar nuestros principios, cambiar nuestra suerte de ser hombres y mujeres de bien. 

   Podemos sentir compasión porque somos personas sensibles, ciudadanos honorables. Pueden inspirarnos pena, pero no deben nunca de dejar de inspirarnos miedo, porque ellos, los diferentes, llevan en su esencia nuestras contradicciones, el argumento contra nuestros axiomas, pueden generar el cáncer de la duda y hacernos caer en la aceptación de sus principios. Tenemos que seguir marcando la diferencia para darnos sentido, para seguir siendo nosotros. 

   Los bárbaros representan la antítesis de nuestras virtudes. Si nos creemos honrados, ellos son ladrones. Si presumimos de nuestra sabiduría, ellos representan la ignorancia, si actuamos de manera refinada denunciamos su brutalidad. Nosotros somos piadosos frente a ellos despiadados, decentes frente a su impudicia, recatados frente a su lascivia. Si somos blancos, ellos tendrán la piel oscura. Si rubios, serán morenos. Los vamos deshumanizando poco a poco, desprendiéndolos de sus cualidades y sus derechos para convertirlos en objetos, los nombramos con palabras despreciables y ello nos ayuda a no sentir tanta lástima por su condición, que no es más que consecuencia de sus veleidades y defectos. 

   Desde nuestra posición de hombres y mujeres íntegros, nos sentimos con derecho a juzgarlos, a emitir nuestro veredicto sobre sus comportamientos. Ello nos reafirma en nuestra supremacía. En ocasiones no tenemos más remedio que castigarlos. Siempre aludiendo a la legítima defensa, a la protección de nuestra cultura, nuestras ancestrales costumbres, la esencia de nuestro linaje, la pureza de nuestra raza, la legitimidad de nuestra Ley. Podemos caer en la crueldad, en la brutalidad, cometer los pecados de la soberbia o la ira, pero siempre estarán justificados por la necesidad de establecer el Orden. Podemos resultar indolentes frente a sus necesidades o desgracias, pero no nos sentimos culpables, somos incapaces de evitar su destino o de cambiar su futuro. 

   A veces percibimos la presencia entre los nuestros de voces que claman contra ellos, suenan creíbles, pero poco a poco las palabras se desdibujan y “ellos” acaban pareciéndose a nosotros. Empezamos a sentir miedo por si nos hemos contaminado de la barbarie. No puede ser que nosotros seamos también bárbaros. El corazón se encoje por si acabamos siendo diana de los dardos envenados de la maledicencia. Ese es el momento que debería abrir la luz que nos diga que quizá los bárbaros son los que acusan, los que someten, los que violan, los que desprecian, los dogmáticos, los provocadores, los charlatanes envalentonados, los intolerantes, estén en cualquier parte de la frontera, afuera o adentro.

   Entonces podremos detectar a los verdaderos bárbaros que asedian las murallas de nuestra dignidad y defenderla. Los bárbaros siempre han servido de excusa para amedrentarnos, para hacer permanente el miedo y confiar en los voceros que nos advierten de los peligros de la barbarie. Arengas lanzadas desde las tribunas. 

   Ninguna sociedad está libre de bárbaros, lo difícil es detectar su presencia antes de que se hagan los dueños de nuestros destinos.


Macaco - Blue (Diminuto Planeta Azul)