CORRUPTIO INTERRUPTUS

domingo, 3 de marzo de 2024

   La corrupción, nuestro pecado, nuestro sino. ¿Acaso está en nuestra genética mediterránea o forma parte del ser humano y no es intrínseco a nuestro carácter latino? La novela picaresca española no hace referencia a esta clase de individuos. El pícaro en sí es un listillo, un espabilado con poca vergüenza, que más por necesidad que por maldad comete alguna tropelía. Cuando hablamos de la corrupción está implícito cierto grado de descomposición moral, de degeneración en el comportamiento, que entraña vileza y maldad. 

   No estoy seguro de si la sociedad actual crea más corruptos, pero me inclino a que es posible que así sea. Nuestro sistema económico persigue el enriquecimiento personal como objetivo, el ascenso social que posibilita acceso al poder, al medrar se concibe la idea de superioridad moral o intelectual, ostentar un estatus superior produce una especie de miopía que impide ver a los otros como individuos de idéntico derecho. Finalmente existe una percepción de impunidad inherente creer  tener el control total. Estamos rodeados de ejemplos que nos ilustran estos comportamientos. 

   La más repugnante posiblemente es la corrupción de menores. Sabemos que ha sido una lacra constante a través de los tiempos y la única diferencia es que hoy es más pública y por tanto más perseguida. Abominamos por igual de estos despreciables individuos. Pero nada llena tantos papeles como la corrupción política. Siempre nos quedará un Barcenas o ahora un Koldo que nos demuestra que la avaricia lejos de ser un pecado capital, es un dejà vu repetido ad infinitum. 

    No nos sorprende, eso es lo más triste, casi lo esperas. Ninguna legislatura sin su granito de porquería. No llega a producir ni asco ni repugnancia, sólo un cierto hastío por lo cansino del guion. Un pelanas o un dandi, un lacayo o un rey, el tesorero de una empresa o el banquero del Papa, tanto da. Llegan a una posición de poder y lo ejercen para enriquecimiento personal o de sus socios y familia. Digo que no me producen más sentimientos que la pena por nuestra especie, no siento lástima por ellos, por supuesto me alegro de su descrédito. No espero grandes condenas judiciales porque ya sabemos que la Justicia es ciega y tiene peor vista cuanta más riqueza acumula el reo. El sentimiento de tristeza que me genera es más por la hipocresía que lo rodea. Un fariseísmo que enrojece la inteligencia. Los pecadores más flagrantes se convierten en doctos moralistas. Quien cerró los ojos ante la suciedad que pisaba, ahora se escandaliza de la roña del vecino. Después de lo que hemos pasado en un futuro no muy lejano, escuchar de los que callaban, pedir luz y taquígrafos, oír cómo se rasgan vestiduras por no asumir responsabilidad in vigilando causa cierto grado de rubor. El cinismo es superlativo cuando se utiliza para enredar y perseguir fines espurios. El corrupto deja de ser el objeto para rodearlo de otros posibles corruptos que tapen su corrupción con otra mayor. No importa que el indeseable page por sus delitos, lo importante es conseguir que caiga el enemigo, en su totalidad, que se rinda, que se humille, no importa lo que resulte dañado si el fin es el deseado. Nosotros meros observadores boquiabiertos, asentimos ante las pruebas ciertas o inventadas para la ocasión. 

   En este podrido sistema hasta las togas resultan manchadas. Los que absolvieron corruptos, desimputaron ladrones, eximieron delincuentes y condonaron sus condenas, ejercen de jueces de la verdad absoluta. En su docta jurisprudencia mantienen secuestrada la Justicia, nos ilustran con nuevos conceptos perifrásticos que convierten en terrorismo el uso de extintores o carritos de equipaje, poniendo al nivel de los que utilizan explosivos. Los disparates son tan patéticos para los que celebramos el fin del terrorismo de ETA, que si no fuera por la pena estallaría en una risa incontenible. El descredito de la Justicia es tal que no comprendo como no genera dentro de la judicatura el vómito y la denuncia. 

   Dejemos de enredar, quien haya robado que devuelva lo sustraído y pague su delito. Llamemos por su nombre al que se corrompe, terrorista al que produce terror, juez al que imparte Justicia y político al que dedica su esfuerzo al servicio de la res publica. No dejemos de llamar a las cosas por su nombre, lo de Gaza no es derecho a la defensa es un genocidio y son crímenes de guerra que pesarán en nuestra conciencia y en la Historia. 

Lo que puede el dinero 

(Juan Ruiz Arcipreste de Hita ) 

 

Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar; 

al torpe hace discreto y hombre de respetar; 

hace correr al cojo y al mudo le hace hablar; 

el que no tiene manos bien lo quiere tomar. 

 

También al hombre necio y rudo labrador 

dineros le convierten en hidalgo doctor; 

cuanto más rico es uno, más grande es su valor, 

quien no tiene dinero no es de sí señor. 

 

Y si tienes dinero tendrás consolación, 

placeres y alegrías y del Papa ración, 

comprarás Paraíso, ganarás la salvación; 

donde hay mucho dinero hay mucha bendición. 

 

Él crea los priores, los obispos, los abades, 

arzobispos, doctores, patriarcas, potestades, 

a los clérigos necios da muchas dignidades, 

de verdad hace mentiras, de mentiras hace verdades. 

 

Él hace muchos clérigos y muchos ordenados, 

muchos monjes y monjas, religiosos sagrados, 

el dinero les da por bien examinados, 

a los pobres les dicen que no son ilustrados. 

 

Yo he visto muchos curas en sus predicaciones 

despreciar al dinero, también sus tentaciones, 

pero, al fin, por dinero otorgan los perdones, 

absuelven los ayunos y ofrecen oraciones.