CUENTO DE NAVIDAD: EL PERRITO FEO

lunes, 18 de diciembre de 2023

   Llegó el día en que mamá presentó su retoño en la granja. De su camada no era el más hermoso. Ella un mastín leones había tenido un affaire con el pastor alemán que rondaba la granja. El resultado, este cachorro un tanto feucho, con pelo enmarañado y de color oscuro. 

   En el establo las risas fueron la tónica general. Algunos animales más prudentes hablaban por lo bajo del desliz de la madre, de los resultados inevitables de estas mezclas, pero, aunque miraban de soslayo al perrito, no le afeaban su apariencia. Otros en cambio se reían abiertamente de su aspecto, de su ridículo porte, de su torpeza. 

   El gallo gritaba a los cuatro vientos de la madrugada su estruendoso quiquiriquí que sonaba a risa sardónica y burlona, estridente y presumido como era, comparaba el feo perrito con sus hermosos pollitos. Lo mismo hacia el pavo con su glugluteo, se burlaba del pequeño animal y afeaba a su madre que lo presentara en sociedad. 

   Los asnos con sus orejas altivas rebuznaban sin parar en una mezcla de burla y risa que a todos molestaba por su virulencia, pero, cualquiera se atrevía para decirles lo burros que eran, a la primera de cambios soltaban una coz y se quedaban tan tranquilos. 

   Los cerdos para que decirlo, acostumbrados como están a retozar en el lodo y en sus propios excrementos, eran capaces de encontrar todos los defectos del animal, gruñían y espetaban a la madre la fealdad de su cachorro. Eran ciegos a su suciedad, eran sordos a su ridículo oing,oing que creían el más puro de los cantos del ruiseñor. Frente a ellos el guau, guau tímido de la criatura que parecía más un gatito que a un perro. Sólo los gatos y algunas palomas evitaban herir a la madre con calificativos a su cachorro. 

   En la granja el escándalo fue tal que primero la madre optó por esconder a su criatura hasta que pudiera valerse y saliera de aquel ambiente inhóspito. Pasado el tiempo que todo lo cura, el caso se fue olvidando y medrado el perro abandono la granja para buscar un futuro. Pero él no era un cobarde, podía estar contrahecho como decían, podía ser desgarbado, pero desde luego no era un perrito salchicha. Al cabo del tiempo cuando nadie lo esperaba el feo perro volvió. Era grande, orgulloso, de mirada torva, pero ladrar amable. Se había sabido buscar la vida, había aprendido a ladrar sin morder y morder sin ladrar. Cuando llegó, sus antiguos compañeros no lo esperaban y probablemente tampoco lo querían. Ni que decir tiene que los borricos continuaron con sus rebuznos irónicos para zaherir al hijo pródigo, se aunaron con los ronquidos de los guarros que dijérase que rebuznaban tanto, como los pollinos parecían gruñir. Tal escándalo montaron que se temió que el perro acabara largándose otra vez. Nada de eso ocurrió y pese a los sarcasmos de propios y extraños, ajeno a las burlas y las satíricas críticas, el perro empezó a marcar su territorio. Orinó en cada esquina y enseñó los dientes cuando precisó hacerlo. Nadie puede pensar que fue fácil, pero acabó ganando el favor de los animales de la granja. El gallo ya no cacareaba tanto aunque seguía mostrando su aire de bravucón de patio, los pavos hacían un glugluteo tan suave que parecían imitar al gorjeo de las palomas y éstas trinaban como canarios. La gata siguió siendo su amiga y erizaba su lomo cuando el peligro acechaba. Al resguardo de las sombras algunos rumoreaban y el chismorreo de comadres no dejó de oírse, pero cuando se encontraban con el perro trataban de fingir admiración o disimulo. 

   Quienes no cesaron en su escandaloso teatro fueron los cochinos que arremetían contra todos los que osaran mirar al perro con ojos comprensivos, su desdén y maldad fue en aumento y no les bastaba con salpicar de lodo a todo el que osara se acercaba a ellos, defecaban en todo el recinto para hacer que pareciera un estercolero. Los asnos ya se sabe que tienen la cabeza dura y siguieron rebuznando y daban coces, haciendo coro con los cochinos en su monumental algarada. Nada podían hacer contra el perro que había sabido buscarse aliados y se había ganado la confianza del dueño de la granja. Más que un perro diríase que era un lobo feroz (o Ferraz). Quién sabe si conseguirá domeñar el odio y la rabia de los jumentos y los puercos, pero hoy por hoy sigue al frente de granja y no parece dispuesto a dejarse amedrentar por los rebuznos.

Brenda Lee - Rockin' Around The Christmas