MUÑECA RUSA

sábado, 24 de septiembre de 2022

   Aunque pudiera parecer otra cosa, no voy a escribir sobre la guerra de Rusia. No es que no lo merezca, ahora a las puertas de la guerra total, espantados como estamos del genocidio y la barbarie. 

  Pensaba más bien en las matrioskas. Aunque se parecen unas a otras, no son lo mismo. Las muñecas tienen algo oscuro, no saber cuantas habrá y si esconden algo en su interior. Como la vida misma. Un trampantojo que no es lo que parece. Tiene doble fondo, esconde secretos y un sentido oculto en lo que a priori parece simple.

   No es lo mismo ser de izquierdas que antifascista. Ser de izquierdas, como ser de derechas, liberal, progresista o conservador son opciones que no excluyen el resto de pensamientos. El fascismo es totalitario y sectario. Por eso digo, se puede ser antifascista desde cualquiera de las ideologías. Tras los fascismos se esconde la miseria. Por mucho que se escarbe, abras las muñecas que abras, siempre encontraras la misma cara del odio al diferente, el grito ignorante de ¡Muera la inteligencia, viva la muerte! de Millán Astray. Resurgen los fascismos, o al menos asoman las orejas como el lobo, pero nos negamos a verlo. No es lo mismo ver que mirar. 

   No es lo mismo la pobreza que la miseria. La pobreza toca la hiel del alma, la miseria corrompe su naturaleza y convierte al Hombre en bestia. He visto gente pobre parecer feliz (no digo que la pobreza de la felicidad, como no la da la riqueza), pero la miseria anula toda capacidad de ver el mundo con esperanza. No sufre igual quien probó las mieles del bienestar y llega a la pobreza, que quien nació con ella. Como no es lo mismo el ciego que nunca vio que el que pierde de pronto la visión. Hemos vivido en la Arcadia de Occidente y nos creemos inmunes a la miseria. Quién pudo pensar que la gran Isfahan del s. XVII, capital del imperio Persa, lloraría la muerte de una chica a manos de una teocracia anacrónica cuatro siglos después. 

   No es lo mismo una muerte injusta y violenta, que una violencia injusta sobre una sociedad que provoca la barbarie. Ucrania vivía una vida apacible hasta que el mundo de los hombres poderosos la cubrió de polvo y ceniza. Los rusos, ciudadanos de una potencia mundial son ahora rehenes de su gobierno y huyen para evitar las armas. No es lo mismo ver la Guerra en casa del vecino, que sufrir en carne propia sus humillaciones, sacrificar los hijos en el Ara del Martirio. 

   Los caciques, los autócratas, los fascistas, los villanos exigen siempre sacrificios que nunca estarían dispuestos a ofrecer. No es lo mismo hablar que decir.  

   No es lo mismo tributo que impuesto. El tributo es el pago para el sostenimiento de lo público. tributan incluso los que no pagan al Estado porque su renta no llega al mínimo exigido, pagan con su esfuerzo, con su trabajo. El impuesto es el tributo que se establece en función de la capacidad económica de los obligados al pago. Para construir sociedades que crean bienestar, basadas en un reparto justo de las cargas, no parece tener mucho sentido exonerar a los ricos, ni permitir los evasores, ni amparar los corruptos. No es lo mismo ayudar al necesitado, que prestar ayuda a quien no la necesita. La vergüenza debería mover a los ricos a rehusar esa prebenda en los tiempos de crisis en que vivimos. No es lo mismo dar que compartir. 

   Quién puede decir que quizá el Redentor no tenía razón. 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos" Mateo 19, 23-30 

   No es lo mismo el dinero que la riqueza. No es lo mismo la decencia y la docencia. La libertad o el libre albedrío. No es lo mismo oír que escuchar, la Paz o el Silencio, la caridad y la justicia. 

   Como decía el Nobel español, amigo de sus amigos, no mío: 

«No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.»

Camilo José Cela.


 

«Mataos»

Mataos,
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.

Si vuestra rabia es fuego que devora al cielo
y en vuestras almohadas crecen las pistolas:
destruíos, aniquilaos, ensangrentad
con ojos desgarrados los acumulados cementerios
que bajo la luna de tantas cosas callan,
pero dejad tranquilo al campesino
que cante en la mañana
el azul nutritivo de los soles.

Invadid con vuestro traqueteo
los talleres, los navíos, las universidades,
las oficinas espectrales donde tanta gente languidece,
triturad toda rosa hallada; al noble pensativo,
preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte
que han de aplastar a las dulces muchachas paseantes,
en esta misma hora que sonríe
por una desconocida ciudad de provincias,
pero dejad tranquilo al joven estudiante
que lleva en su corazón un estímulo secreto.

Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas
de entelequias, estructuras incompatibles,
pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.

Asesinaos si así lo deseáis,
exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
que jamás asiríais un fusil de bravura,
pero dejad tranquilo a ese hombre tan bueno y tan vulgar
que con su mujer pasea en los económicos atardeceres.

Aplastaos, pero, vosotros,
los inquisitoriales azuzadores de la matanza,
los implacables dogmáticos de estrechez mentecata,
los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa,
los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones
preparáis la trituración de los sueños modestos
bajo un hacha de martirios inútiles.

Pisotead mi sepulcro también,
os lo permito, si así lo deseáis inclusive y todo,
aventad mis cenizas gratuitamente
si consideráis que mi voz de la calle no se acomoda a vuestros fines suculentos,
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
al campesino que nos suda la harina y el aceite,
al joven estudiante con su llave de oro,
al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo,
y al hombre gris que coge los tranvías
con su gabán roído a las seis de la tarde.

Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos,
y entre todos aspiran a vivir, tan sólo esto,
y de ellos ha de crecer, si surge,
una raza de hombres con puñales de amor inverosímil,
hacia otras aventuras más hermosas.

Miguel Labordeta 


          La reina ha muerto, ¡viva el rey Freddie !