TAUROMAQUIA

sábado, 8 de octubre de 2022

   Embravecidos andan los fascistas. Se quitaron las caretas que lucían en el carnaval de la Democracia. Orban, Le Pen, Bolsonaro, Salvini, Meloni y todos sus correligionarios, también los fascistas españoles han dejado atrás la piel de cordero. Muestran sin pudor sus ideas, las mismas que condujeron a la vergüenza del nazismo o el franquismo. En la piel de toro, la que consideran su patria (de su propiedad), su hacienda, han salido de la puerta de toriles como miuras. 

   Ellos que son muy de Tauromaquia, esperan que los recibamos a porta gayola, de rodillas, con el capote al aire. Quieren embestirnos con sus astas emponzoñadas de odio. No obedecen al engaño. Llevan mucho tiempo en chiqueros y salen atropellados, con la testa alta, como los toros sin casta. Desconocen la nobleza y buscan el desafío, la bronca. 

   Con chicuelinas y revoleras los mantuvimos lejos manejando el capote de la democracia. Alguna larga cambiada los dejó sueltos por la plaza. Son cobardes y rehúyen el combate en la suerte de varas. Acuden broncos al caballo como al Parlamento. Rehúyen el cara a cara. 

   En la suerte de muleta, en el debate, no atienden al lance, derrotan con la cara alta. Miran de reojo al diestro. Al natural o en el pase de pecho no tienen fijeza y buscan cornear al oponente. Sólo por el pitón derecho se consigue alguna faena. 

   Morlacos sin bravura. Eso es lo que veo en nuestro ruedo ibérico. 

   Garcia-Gallardo escupe cuando habla, como suele hacerlo Vox. Los asesinatos de mujeres le parecen solo tragedias familiares y las mujeres “desalmadas”, aprovechan la Ley con denuncias falsas para quedarse con la custodia de los hijos. En el coso madrileño, con el hierro de Ayuso, también ha embestido su vicepresidente Enrique Ossorio. A quienes hundió el estoque, ahora les da el descabello. Toma en falso la palabra de las víctimas de la pandemia para decir que su dolor ya no existe, que las familias ya han superado sus duelos. Todo esto lo dicen sin sonrojo, porque su casta viene de quienes ampararon el régimen que nos tuvo en la oscuridad durante tanto tiempo. 

   La ganadería de Aznar en Las Ventas y la de Moreno Bonilla en la Maestranza prometen grandes tardes, quieren pasar de ser toro a matador, sueñan con orejas y rabos, con vuelta al ruedo al son de España cañí o Suspiros de España, con Divisa verde y oro. Muchas tardes nos esperan de capeas y corridas, tardes de rejoneo, donde los señores con puro aplaudirán desde el tendido al ruedo, mientras se da el paseíllo a los que ahora miran ausentes como los fascistas se quitan la careta sin complejos. Mientras, Abascal vestido de luces permanecerá a resguardo en el burladero.



 

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su marmol y su día,
su infalible mañana y su poeta.

En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar de la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.


El mañana efímero. Antonio Machado