DUELO AL SOL

domingo, 20 de febrero de 2022

   En la Puerta del Sol están ahora sentados los padrinos, ultimando los términos del duelo. Igea y MAR ya decidieron que el duelo sería a muerte, pero quedan detalles por definir. Flecos que lejos de ir encaminados a preservar el honor, tienen más que ver con las otras víctimas del combate. ¿Qué otros implicados quedarán mancillados con la sangre? 

  Hasta ahora la estrategia era una guerra de guerrillas. Ataques por sorpresa, escaramuzas que levantaran el polvo de la noticia sin apenas infringir más que rasguños y heridas poco profundas. Alguna estocada superaba los límites establecidos, pero nunca trasgrediendo las reglas de honor. Era un combate con florete, espadas afiladas con mensajes y aceradas palabras. Bajo esta paz aparente, sobresaltada a veces por fogonazos de pólvora sin metralla, se urdía un complicado juego de tronos. Se medían las fuerzas en un equilibrio inestable, reclutando adeptos para las respectivas causas y aparentando una comunión de voluntades. El honor, la familia, el dinero y el poder presidían las acciones. Es oscuro el destino de quien ostenta el poder y llega a creerse inmune, oculto a las miradas su backstage. 

   Esta semana ella lanzó el guante. Golpeó directamente en la cara de su oponente. El reto fue tan mediático que no había forma de parar este duelo a muerte. No era suficiente la primera sangre. Ya acabó el teatrillo de los títeres, rápidamente sacaron los revólveres y se vieron en la calle polvorienta, dónde sólo los matojos rodantes cruzaban el escenario. Desde las ventanas todos veían el espectáculo sin atreverse a mediar entre los pistoleros. Hubo fuego cruzado desde los tejados, el sheriff y los cuatreros intercambiaron una balacera para medir sus fuerzas. 

   Allí estaban los dos mirándose, con los ojos entrecerrados por un sol plomizo, midiendo las distancias antes de desenfundar. Los dos habían llegado a creer que dado el momento, serían el más rápido, pero ahora no estaban tan seguros. Sólo uno saldría con vida. Casado con la estrella de seis puntas mal enganchada a su chaleco, el metal sin lustre. Isabel con chaparreras y chaquetilla, moviéndose su greña al viento y con una media sonrisa helada en el rostro. Después del arrebato inicial nada se movía en el escenario. 

   Ahora todos reunidos en Génova (con el solar en venta), sepulturero, padrinos y cuadrillas de ambos, en este tiempo de duelos y quebrantos, se apresuran en decidir cómo enmendar el agravio. No importa ya el polvo levantado que ha dejado una pátina de suciedad en el honor del partido, tan mancillado por los malvados de antaño. Es tiempo de establecer los términos del desenlace, pactar el final del bodrio, dejar si acaso un final abierto por si cupieran segundas partes. 

   No cabe airear las razones del duelo. 

   Bajo el honor, siempre se esconde la verdadera intención del cuatrero, robar el ganado.