EL PECADO DE LA CARNE

miércoles, 12 de enero de 2022

   “La burocracia es el arte de convertir lo fácil en difícil, por medio de lo inútil” Carlos Castillo Peraza

   De la misma manera se podría decir que la política es el arte de convertir lo obvio en polémica, por medio de la mentira. Está tan establecida la mentira que hasta los medios dan pábulo a la maledicencia con tal de escribir un titular. Aunque ahora está de moda acudir a la hemeroteca para rebatir las falsedades y contradicciones de la política, la hemeroteca esta tan llena, que encuentras lo que quieres según te convenga. La proximidad de unas elecciones hace temblar las piernas hasta el más digno de los políticos (rara avis). Se ponen nerviosos por si unos dimes o diretes cambia el signo de las macroencuentas (aún no he hablado de las macrogranjas, pero podría ser una forma de introducir el tema por su similitud). Todo se mide en impacto, en intención de voto. ¿Qué pasa con la verdad? No lo entiendo. Sin entrar en la oportunidad o no de las declaraciones de Garzón que fueron en diciembre y es ahora cuando se utilizan como munición electoral, ni de si es idóneo o no para el puesto que desempeña, lo que ha dicho es la verdad, aunque pueda ser inconveniente. 

   Cuando habló de reducir el abuso de azucares en la dieta de los niños y tomar medidas en los colegios para que no se vendieran, algunos iluminados dijeron que iban a prohibir a los padres dar tigretones a los hijos. ¿Estamos locos? La obesidad es una pandemia del calibre del COVID, silenciosa pero igual de importante. Cerca del 25% de los niños tienen sobrepeso, eso los convierte en sujetos de riesgo para su vida adulta, aumenta el riesgo de mortalidad y años perdidos de vida, ademas de aumentar la morbilidad. ¿De qué hablan entonces los que defienden al tigretón y el bollicao? 

   Cuando habló de reducir la ingesta de carne en la dieta, ya hubiera querido para él ser el padre de esa recomendación. Desde hace años se habla y lo hacen organismos internacionales que el consumo excesivo de carne no sólo influye en temas como el cambio climático, fabricar proteínas animales es más contaminante. Todas las recomendaciones en nutrición apuntan al consumo moderado de carne. ¿Por qué salen en tromba a decir que es un inútil? Es ministro de consumo y como tal está obligado a mejorar las políticas que orienten a un consumo responsable. No se le ataca con argumentos, solo con gracietas como las de García-Page invitando a comer chorizos a Garzón. Todas las comunidades incluida la suya han aprobado directrices, documentos sobre recomendaciones dietéticas donde la reducción de los azucares o del consumo excesivo de carne son, como es lógico, elementos a considerar en la mejora de los hábitos dietéticos. 

Lo de las macrogranjas ya es para reírse si no fuera porque no hay broma. La ganadería extensiva, la de los pequeños ganaderos, dota a los animales de mejor calidad de vida, es más sostenible, menos contaminante y ayuda al mantenimiento de población en la España vaciada. Todos esos que aparecen en las granjas de vacas o cerdos para dar discursos al estilo de Pablo Montesinos, en apoyo a la ganadería intensiva, seguro que compran huevos camperos y carne ecológica, comen productos sin pesticidas, carne Kobe japonesa y jamón ibérico de cebo (porque se lo pueden permitir). No sé a qué viene rasgarse las vestiduras si se dice, que no puede ser lo mismo la carne de un animal que vive en cautividad y hacinado, que uno que pasta en el campo. Por cierto también la resistencia a los antibióticos, un problema creciente en Medicina, tiene que ver con el uso indiscriminado en la ganadería. 

   No entiendo por qué lo obvio, la aplastante verdad, la cruda realidad se convierte en materia de discusión desde el absurdo. La política es un guirigay de hombres y mujeres que entablan batallas dialécticas para discutir lo obvio y subvertir la verdad mediante el engaño. La mentira campa por sus respetos hasta extremos insostenibles. Hoy escuchando las excusas de Boris Johnson de que la party organizada en pandemia era una reunión de trabajo, a la que invitaba llevar la propia botella de alcohol, me producían bochorno. Aunque al menos, quizá los ingleses sean capaces de hacer dimitir a un mentiroso. Aquí escucho cada día las mentiras más absurdas y nadie parece pedir responsabilidades a sus voceros. Tenemos el agravante de la mala educación. Se pierde toda respetabilidad cuando se llama “pollaboba” a un ministro del Gobierno (un tipo así, sí que merece una reprobación). Aunque ya sabemos que, en campaña electoral, se abre la veda para insultar sin sonrojo. Llevamos ya dos años sufriendo este sindiós y cada vez arrecia más el temporal de exabruptos y mala educación en la política.