TOMA EL DINERO Y CORRE

martes, 11 de agosto de 2020

    Hubo una vez un personaje que era guardia de seguridad en una empresa de trasportes blindados. Su misión era salvaguardar el dinero y depositarlo en los bancos. Parecía un hombre íntegro (supongo), lo imagino campechano, con su intrigante mirada, acostumbrado a los chascarrillos de la gente, pero se sentía importante. Un buen día aprovechando su posición y la confianza de sus compañeros, se pone al volante del furgón que custodia y se lleva las sacas de dinero. Huye a Brasil con 298 millones de pesetas y cuando la policía lo detiene, ha cambiado su apariencia y se ha puesto peluquín. Vivió a lo grande, gastó el dinero del que sólo se recuperaron 175 millones de pesetas. Su imagen entre lo cómico y lo esperpéntico se popularizó. Todos conocían al Dioni. Fue, puede decirse, un representante más de la tan admitida como autóctona picaresca española. Muchos pensaron que había tenido incluso gracia su aventura. Un Lazarillo estrábico movido por el deseo de disfrutar del dinero y sus ventajas. 

   Es posible que la Historia esté llena de estos personajes que lejos de infundir odio, mueven a la compasión o incluso a la envidia. No sé si la picaresca es un género literario o una cualidad intrínseca de nuestro carácter. Yo no creo que nuestra idiosincrasia nos haga necesariamente tan mezquinos y patéticos a la vez. En el esperpento nos vemos deformados por el espejo cóncavo, pero es nuestra mirada la que nos deforma, no la realidad. 

   Ahora un personaje importante, un individuo que trasciende su propia persona para representar una institución. El máximo representante de la imagen de nuestro país, aprovechando su posición y su inmunidad, nos involucra en un sainete propio del mejor Woody Allen. Unos hechos tan vergonzosos que sonrojan a propios y extraños. Estamos tan perplejos y sobrepasados que los calificativos se quedan cortos y si te pasas en ellos te acusan de injurias a la Corona. Valle Inclán quizá escribió sus Esperpentos tomando como reflejo estas Realidades tan disparatadas y si no cómicas (porque no tienen gracia) si grotescas y ridículas. 

   El Lazarillo actuaba movido por el hambre y la necesidad, El Dioni quizá por el anhelo a ese ideal impuesto por nuestra sociedad de que ser importante consiste en tener dinero. Pero ¿Qué mueve a una persona que tiene la vida resuelta, que sabe que ocupa ya un lugar en la Historia, que no necesita más dinero para satisfacer incluso sus caprichos? ¿La avaricia? Ese afán desmedido por tener más teniendo tanto no me cabe en la cabeza, menos si al final la consecuencia es el deterioro de lo que teóricamente proteges. Seguramente también la sensación de impunidad, la inviolabilidad, la falta de creer en un principio básico de las democracias, que todo ciudadano es igual ante la Ley. 

   El Quijote de Cervantes en su locura nos hizo parecer idealistas, luchadores, honestos. Este episodio nos degrada. No me inspira pena la figura del monarca, sólo rabia, porque nos dibuja en el mundo como un pueblo inculto y sinvergüenza. 

   Debemos limpiar nuestra imagen con democracia y trasparencia. Que cada cual pague por sus culpas. El delito del Dioni llevó a la bancarrota a la empresa. Ahora con el Covid no necesitamos más ayuda para el desastre.