FAST

sábado, 1 de agosto de 2020

   Corre, camina deprisa, vive rápido. El tiempo no se detiene y su paso es tan veloz que apenas lo percibimos. Parece que fue ayer y todo ha cambiado tanto. Miro atrás y veo mujeres y hombres que fueron niños y no dejo de sorprenderme que sea verdad que yo estuve allí cuando nacieron. No puedo entender como ha pasado tanto tiempo sin apenas dejar sabor, ni siquiera dolor, sólo un silencio inmenso donde resuenan algunos ecos de la memoria. En ese vasto prado del recuerdo algunas flores rojas como amapolas rompen la monotonía. Entre esos espacios oscuros pequeñas linternas anuncian lo que fue y se convirtió en una estrella fugaz. 

   Vivimos en una vorágine, todo ocurre sin sucesión de continuidad. Los días corren rápido y escapan sin advertir que la semana cuando empieza, es ya un cadáver que precede a la siguiente. Trascurren los años dejando únicamente pequeños pedazos de vida en la memoria. Todo lo que guardamos en ella, es el pequeño tesoro de este largo trayecto que nos empeñamos atravesar a toda velocidad. La vida es una niña atolondrada, cambia constantemente de dirección y nos lleva a la deriva manejados por vientos y corrientes. Vamos agarrados a una tabla que creemos que es nuestro bote salvavidas pero los rápidos del rio nos llevan sin remedio hacia la cascada. Necesitamos hacer tantas cosas a lo largo de la jornada que el tiempo se vuelve un torbellino de trabajos, obligaciones, actos imprescindibles pero innecesarios. 

   Alcanzar la felicidad no es una carrera de velocidad, es un paseo, con desvíos por el camino equivocado y aguaceros imprevistos, pero con paradas al borde del camino para disfrutar del agua fresca. Tenemos que aprender de nuevo a ser felices por encima de las imposiciones del tiempo, a pesar de la esclavitud que nos confiere la vida. Romper cada día el lazo que nos ata a lo cotidiano y huir al espacio de los placeres simples. No empeñarse en alcanzar sueños pasados o que otros soñaron por nosotros, asirnos a lo tangible. Un buen vino, una agradable conversación, una buena comida, un viaje, una canción o un verso pueden ser un Paraíso. Dejarse emocionar por lo cercano, no esperar en vano que el mundo nos regale imposibles. Hacer de lo posible nuestro sueño y soñar que lo que tenemos vale la pena. Desear mantener nuestros amigos, mantener fresco nuestros amores, viva nuestra memoria, fuerte nuestro intelecto. Es necesario concederse el privilegio de ser libres por encima de ser importantes. Aprender las lecciones de lo pasado, porque el futuro nos sorprenderá en cualquier momento y no podremos pedirle a la vida que espere a que podamos prestarle atención. 

   Tempus fugit. Carpe Diem 

 

   Si tienes mucha prisa puede que lo más recomendable sea que te sientes y esperes a que se te pase. 

  Todos los años hacemos un montón de cosas necesarias y urgentes, que podrían esperar el año siguiente. 

Gaspar Cervera 

Un sabio de los que pueblan nuestro anónimo Universo