Cuando Gaza quede convertida en una sepultura y los cadáveres se amontonen irreconocibles entres sus escombros. Cuando el mundo finalmente se atreva a denunciar que la masacre de miles de palestinos es un genocidio, nadie podrá esgrimir el desconocimiento. En el momento en que el gobierno de Israel sea visto como un gobierno asesino, su acción como un atentado contra los Derechos Humanos o simplemente contra la más elemental norma de humanidad, la compasión. Cuando caiga el velo de la fingida ignorancia y se descubra la cruel barbarie cometida sobre inocentes, entonces todo será innecesario. Los judíos no podrán esgrimir su pasado como defensa porque habrán sido como el resto de los ciudadanos del mundo cómplices de la macabra destrucción de un pueblo. No valdrán los argumentos de : “no sabíamos que era así”, quedarán manchados por el pecado de la impiedad.
Para entonces se celebrarán rifas solidarias, conciertos para recaudar fondos para reconstruir lo que ya no es posible levantar. Los 100.000 muertos reclamarán venganza, las almas permanecerán acechando en las calles (o en los palacios) manteniendo el recuerdo de las matanzas, de los crímenes imperdonables de niños inocentes. Los que se salvaron del exterminio serán también cadáveres vivos, que habrán perdido su futuro porque el pasado los atrapó y los llenó de odio. Esos hombres, mujeres y niños famélicos crecerán en el desprecio y la rabia hacia quienes les sometieron a la condena de la soledad. Miraran con desprecio y rencor al resto del mundo que cerró los ojos ante lo evidente.
Un día paseando por las calles de cualquier ciudad, asistiendo a un concierto o rezando en una iglesia o una sinagoga, se escuchará el repiqueteo de un arma automática que sembrará el suelo de nuevos cadáveres, muertos sin sentido, muertos por la ceguera hipócrita de otros o de ellos mismos. El asesino se convertirá entonces en terrorista porque ya todo lo había perdido. Y el verdadero asesino, el que causó aquel infame genocidio esgrimirá con orgullo el argumento que estos actos daban la razón a sus justas y necesarias acciones.
Todos bajaremos la cabeza, no habrá remordimiento, sólo tristeza y un olvido que hará repetirse la Historia como un ciclo.
Todos lo saben.