Cada vez que trato de entender el mundo y sus circunstancias, el hombre y sus contradicciones, la teoría y la realidad, la inteligencia artificial y la inteligencia natural, mi cerebro entra en shock. Hay una especie de desequilibrio natural o demencia colectiva en que nada es lo que significa.
La Navidad es Paz y Amor. ¿En serio? Vestimos de luces las ciudades, las engalanamos para conjurar el espíritu navideño, pero en realidad no es más que un engañoso producto fruto del consumismo. Como el día de la madre, el de los enamorados, el black Friday o las rebajas de enero. El nacimiento de Cristo, los valores del cristianismo basados en la hermandad y el amor, no son ni realidad virtual, simplemente no existen en esta Navidad. Fariseismo. Jesus nos expulsaría del Templo.
Belén sometido bajo las bombas, convertido en un cementerio, Netanyahu nuestro Herodes moderno, el asesinato de casi cincuenta mil personas, principalmente mujeres y niños es nuestro nuevo portal, el nacimiento con la mula y la vaca. No quedan pastores, están todos muertos y el ángel ha perdido un ala. En Palestina, Cisjordania, Líbano y Siria, la Navidad es un funeral constante. Entretanto nosotros embelesados con los árboles altísimos y luminosos, con su estrella en el cenit. Acalladas las conciencias con el azúcar navideño, acalladas las voces críticas de un nuevo genocidio, un silencio sólo roto por los villancicos: “Hacia Belén va una burra…”
Nos movemos entre dos mundos, el real y el imaginario. El multiverso y Matrix (la realidad generada por ordenador o por los medios para someternos a la inconsciencia). Somos seres reales, pero creamos identidades falsas para escondernos tras facebook, Instagram o cualquiera de los mundos diversos que nos abren las puertas del mundo. Salimos afuera disfrazados de otros. Somos nosotros y a la vez nuestro personaje, que aparenta, que representa una ficción que no existe. Identidades on line y off line se confunden. El principio “Pienso luego existo” cartesiano, es ya una paradoja. En nuestra existencia paralela existe el ser creado en red. Piensa, pero no existe. Somos sólo conscientes de su existencia cuando los otros lo reconocen, nos representa como lo hacen los sueños, son propios, pero a la vez extracorpóreos, una especie de alienación mental. Incluso en el universo cotidiano y real, acabamos interpretando un papel forzado por las circunstancias, somos únicamente la superficie, la envoltura. Escondiendo el ser pensante tras la negligencia emocional de nuestra posición en el mundo, atrapados en la cárcel de la cotidianidad, no nos queda tiempo para ver más allá de nuestras propias fronteras.
Soy cristiano, pero abomino de la Navidad. Sólo la deseo porque son vacaciones. No me gustan los villancicos, ni las luces, ni el empalago de sus falsos mensajes, los Feliz Navidad huecos, los buenos propósitos ficticios.
Creo que sólo los niños merecen estos días, no están embrutecidos, la viven desde la ilusión y la emoción, no son responsables de la pervertida versión que hemos creado. Sólo espero que el año nuevo me muestre algún indicio de que estoy equivocado o que la Inteligencia Artifical finalmente se haga dueña de nuestras mentes y nos permita vivir en una falsa realidad, donde todo aquello que soñamos se convierta en una realidad virtual. Si Morfeo me ofreciera las pastillas roja y azul que le mostró a Neo, creo que acabaría cogiendo la azul, empiezo a estar cansado de pensar. En el mundo de Alicia se me han roto los espejos y no quiero bajar a la madriguera.
Brindemos por la esperanza perdida, por la esperanza esperada, por la Navidad olvidada y por el nacimiento de una sociedad sin hipocresía.