LA EDAD DE LA INOCENCIA

viernes, 20 de octubre de 2023

   Cómo no desear volver a esa edad donde el año 2000 parecía un futuro magnífico, con coches voladores e inimaginables avances. Aquel tiempo donde palabras como genocidio, delito de lesa humanidad, verdugo, eran sonidos cacofónicos y extraños. Que placer dejarse llevar por el dulce curso del rio de la vida, sin cargas del pasado, con sueños futuros esperanzadores, con un presente en tonos pastel. Dónde quedaron todos aquellos arcoíris, en qué se han convertido los olores a pan recién hecho y a colonia. 

   Cómo explicar aquellos sueños a quien nunca tuvo una edad de la inocencia. A quién nació en medio de la guerra, del hambre, del conflicto de otros, cuyas bombas matan a sus amigos, mutilan a sus compañeros. Quién pedirá perdón por haber robado esas ilusiones que no llegaron a hacerse presentes. Qué político, qué mandatario, qué líder entonará el mea culpa y redimirá su pena con paz, con amor en sus palabras. Nadie. Nadie hará tal cosa. Ahora lo sé, porque he perdido, he malogrado mi inocencia y finalmente he aprendido que el mundo es atroz. No sólo por los desastres del Antropoceno. La crisis climática, la muerte de la biodiversidad me causan preocupación por mis hijos y mi nieta, tristeza por el planeta, pero no es comparable con el dolor, la impotencia y la angustia que me produce la muerte violenta de tantos seres humanos, de niños, de inocentes que ajenos a toda culpa, sufren la irracionalidad del fanatismo y la miseria. No puedo imaginar el sufrimiento de sus padres, impotentes ante esa barbarie, ni de sus familiares. No imagino la negrura del corazón de alguien que pueda alegrarse de sus muertes o enriquecerse con su pobreza. 

   Sentados ante nuestros ordenadores hemos perdido la inocencia y algo más, la rebeldía, y eso entristece tanto como la prisa del mundo con acabar con los vulnerables. Estamos al borde de la extinción como especie por nuestro desprecio por el Hombre. Espero que aquellos que ordenan las muertes de niños, mueran ahogados en su dinero, en su petróleo, en su propio egoísmo. Desde mi condición de culpable no me inspiran piedad, sólo desprecio por matar la inocencia. 

   África, Ucrania, Gaza y la diversa maldad esparcida por el planeta me encoge el corazón y lamento no poder por un momento volver a la edad de mi inocencia.

Natalia Lafourcade - Que La Vida Vale