UN ARTE DE AMOR

lunes, 12 de julio de 2021

   Cuando hace más de treinta años empecé a estudiar Obstetricia la veía como la Ciencia más apasionante. Aprendí tanto de la fisiología, de la transformación mágica del cuerpo en un motor de vida, del ser maravilloso que se desarrollaba en el interior, que estaba fascinado. Comprendí los mecanismos que hacían posible el milagro y los que en algunas ocasiones rompen la armonía provocando pequeños o grandes desastres. También aprendí como anticiparme y como tratarlos, me hice obstetra. Estudié todo esto como el discípulo aplicado de una Ciencia que siendo médica rozaba la mística. Aprendí de los libros, de las matronas (seres que entendían aquellos misterios y me participaron de ellos), de ginecólogos con una visión preclara en la solución de los problemas y de las mujeres que permitieron que aprendiera de sus cuerpos. No aprendí nunca lo suficiente hasta que supe que la Obstetricia no era sólo una Ciencia, era un Arte, el arte de cuidar a las mujeres gestantes y a sus hijos. La maieutiké, obstare (el arte de saber esperar). No es fácil sentarse a mirar plácidamente como la Naturaleza habla, sobre todo sabiendo que no siempre acierta. La espera, no es un estado contemplativo si no de alerta. A veces se necesita tomar decisiones en pocos segundos, no hay tiempo para consultar los libros, hay que actuar. Aprendí que tú, madre, y tu hijo, erais mi meta, mi tesoro. 

   La Obstetricia es un Arte de Amor, aprendido desde el principio de los Tiempos para ayudar a transitar por un momento complicado en la vida de las mujeres. Probablemente el oficio más antiguo del mundo, envuelto en los mitos que rodean el nacimiento, entre lo bello y lo brutal, entre lo animal y lo humano. Quien haya vivido la experiencia de estar en un paritorio en África o India sabe cuánto vale lo que hemos conseguido. Quien ha estado en un paritorio sabe reconocer el olor que emana, una mixtura de esencias que lo impregna todo. El olor a líquido amniótico, a sangre, a orina, a sudor, a dolor y miedo que se rompen con el llanto del hijo. Todo el que ha vivido la intensidad de un paritorio entiende el profundo sentido de la vida y sus miedos. Allí ocurren los momentos más mágicos en la vida de una mujer, pero también los más dolorosos acontecimientos que no podrán ser nunca olvidados. Hay que ser muy valiente para estar allí como actor. He vivido momentos inolvidables junto a mujeres y hombres que me guardarán gratitud infinita durante todos sus días, he vivido también momentos que nunca podré borrar de mi memoria. 

   En ese camino que es aprender, hemos ido cambiando la forma de entender el proceso del parto. Hemos relegado muchas prácticas que nos parecieron válidas y seguras en otros tiempos y que ahora nos parecen inútiles. Seguimos aprendiendo y nunca parará este aprendizaje. Quien habla en nuestro trabajo de “violencia obstétrica”ofende a miles de hombres y mujeres que han pasado noches en vela, han sufrido con las mujeres de parto. Ginecólogos y ginecólogas, matronas, auxiliares de parto, anestesistas hemos ido aprendiendo a ayudar, no a dañar. Es ignorante y malintencionado quien pretenda mezclar nuestro Arte con la violencia contra las mujeres. Ese concepto va contra natura de nuestro oficio. 

Este trabajo es imposible, si no se fundamenta en tres pilares: información, respeto y confianza mutuas. Tenemos que entender que el respeto hacia la mujer y su momento es el objetivo, pero no puede hacerse desde la falta de respeto por el trabajo de los profesionales que actuamos. Al mutuo respeto se debe añadir la confianza mutua. La mujer no puede percibir a su matrona o ginecólogo como enemigos. Los profesionales no pueden atender el parto pensando en si pueden ser demandados por su actuación. Flaco favor hacen a esta maravillosa profesión los que pretendan romper el vínculo de confianza de la mujer con su matrona y su médico. Para ganarse la confianza es imprescindible la información, el padre y la madre deben participar sin duda de las decisiones, pero con una información no sesgada, no idealizada, con la verdad. Los que venden el parto como un proceso fisiológico que siempre acaba en un maravilloso nacimiento hacen tanto daño como los que pretendan convertir el embarazo y el parto en una enfermedad. 

   Las malas prácticas son tan reprobables en este como en cualquier otro oficio, pero no se puede bajo ningún pretexto, introducir la terminología de violencia contra la mujer a la práctica de los cuidados de la mujer durante el embarazo y parto, me parece obsceno e irresponsable.