CUENTO DE NAVIDAD. LOS TRES CERDITOS

domingo, 16 de diciembre de 2018

   Cuento los días que pasaron desde el último cuento publicado en el blog. Caperucita Roja y el Lobo Feliz (no Feroz) que dedique a Cataluña, con Rajoy y Puigdemont de protagonistas. Lo publique un 28 de diciembre, Día de los Inocentes, pero en realidad debía haberlo escrito el Día de la Marmota. Viene la historia repitiéndose como un dejà vu machacón y cansino. Aburre hasta las cabras como le decía el senador del PP D. Luis Aznar (con ese apellido, como para ser de Izquierda Unida) a Pablo Iglesias (que con este apellido no va a misa). Al tema, un año después y seguimos más enmarañados si cabe en el ovillo del Procés. Es desesperante ver pasar el tiempo y los que deberían resolverlo (los políticos) lo agrandan. Exageran, gesticulan, llaman a la guerra, llaman al estado de sitio. Desde un lado y otro de las trincheras se oye un griterío ensordecedor de mensajes vacíos (más bien llenos de intención pensando en el recuento de votos que se va escorando a la derecha).

   Así pues, estaban los tres cerditos recolectando manzanas en el bosque, cuando pensaron que debían construir una casa donde refugiarse si venía el lobo (¿Siempre tiene que ser el lobo el malo?). El primero de los cerditos más holgazán entró en internet para ver como se hacía una casa de forma rápida. Siguió las instrucciones del youtuber de moda Aznar y construyó una casita de argumentos de paja. Valores morales del pasado siglo, rancios conceptos de la España cañí se mezclaron con el tufo del discurso hostil de la cruzada. Envolvió aquella casa con la bandera y quedó satisfecho. Su hermano el segundo cerdito (llámale Rivera si quieres) decidió que a pesar de que la casa de su hermano quedaba bonita con la bandera, debía construir su refugio con materiales más sólidos y eligió hacerla de madera. Tomó madera nacional y edificó con vigas de higuera y de chopo, con un puntal de pino rodeno donde plantar la bandera y una veleta que marcaba de donde soplaba el viento. Engalanó la fachada de eslóganes de corte moderno, pero se dibujaban bajo las finas paredes los trazos de su armadura barata y manidos discursos de progre. El tercero de los cerditos, por Pedro responde. Tal que su nombre, pensó en hacer de piedra la casa. Pero amigo, la piedra pesa y es harto cansado arrastrarla, bastaría con que de barro y ladrillo fuese. El ladrillo serían los buenos deseos de concordia y las llamadas al dialogo (difícil propósito con un escenario lleno de monologuistas). Iba metiendo una de cal y otra de arena, un pilar y una escayola y remató la casa con una sólida apariencia y escasa estabilidad, pero con una hermosa chimenea donde quemar los rencores y hacer señales de humo.

   En estas estamos cuando llega el Lobo que atiende por TorrasyCia, grita con potente voz, con fingida fuerza, con un aliento que huele a falso, con el histriónico ademán de los actores de teatro clásico: ¡¡Independencia!! ¡¡Independencia!!

   Entonces los muros tiemblan, los cerditos temen que se quiebren los cimientos de sus heredades. Se hunde la paja, se rompe la higuera. Gritan desesperados : ¡¡Constitución!! ¡¡Constitución!! y corren a juntarse en la casa de barro. El lobo sigue gritando: ¡¡Independencia!! ¡¡Independencia!! Y las paredes tiemblan, los cerditos hablan a la vez, sin escucharse, culpándose mutuamente de los errores (los 155 cometidos). ¿Qué hacer? Cada cual piensa en lo suyo: negociar, atacar, someter, aplicar la Ley. ¿Qué Ley? Si la Ley está para usarla, no para aplicarla. Los tres cerditos presos políticos o políticos presos de miedo no acertaban en pensar. Escuchaban al Lobo aullar y gritar aquellas horribles palabras. Finalmente pensaron que si la casa aguantaba, el Lobo entraría por la chimenea como en el cuento y encendieron fuego con la paja y la madera que quedó de las casas derribadas. Si el Lobo decidía entrar se quemaría las posaderas.

   No se sabe bien que pasó, si al final la casa cedió al grito huracanado del Lobo, si se quemó la casa con el fuego, si llegó el 5ª de caballería a rescatarlos… Quizá el próximo año tengamos un final a la historia. De momento se queda con los cerditos atrapados, el lobo desesperado y una casita de barro por cuya chimenea sale un humo que ya dibuja en sus volutas la palabra Referéndum.