NADIE ES PROFETA ANTE EL ESPEJO

sábado, 8 de septiembre de 2018

   Decidme quien se atreve a mentir frente al espejo, a solas, sin el miedo a ser observado. ¿Quién le dirá a su propio reflejo que no es cierto aquello que ambos saben? Desnudar juntos la verdad no siempre hace aparecer luces, todos ocultamos inevitablemente sombras.

   Pensad por un momento en el Papa Francisco. Tras levantarse en pijama, después de orar ante el Padre, en esa pequeña capilla que quizá exista en su cámara. Tras la ducha, antes de vestir el hábito, pasará un momento la mirada por espejo de su baño y verá reflejada la humanidad de su ilustre figura. Reconocerá al Hombre que se esconde bajo la sotana o la casulla. Mirará la verdad que encierra la desnudez antes de investirla en oropeles y cargos. La dignidad de su posición no alcanzará a verse desde esa posición. Es posible que su humildad le haga reconocer que tiene dudas. Quizá no sea más que un instante, antes de rogar a Dios para que lo ilumine en su misión con la Iglesia. Sin duda, antes de que el camarlengo o su secretario personal lleguen con los quehaceres de cada día, él se habrá encontrado un momento consigo mismo, interrogándolo desde el espejo. En esa cara bondadosa quizá quedará reflejada alguna confesión, alguna crítica, algún comentario que sólo sotto voce puede ser pronunciado. “¿Por qué no tuve el valor de denunciar aquello que pienso? ¿Acaso mi misión es defender a Dios o a los Hombres?”

   Imaginaos al Presidente Trump, desnudo ante el inmenso espejo dorado del cuarto privado en el ala norte de la Casa Blanca, eligiendo una corbata que ponerse, aun a sabiendas que va a acabar eligiendo la roja. Cuando mire de frente y encuentre sus ojos escrutando el cuerpo desposeído de grandeza, ¿será capaz de pensar?: “Soy el amo del mundo”. ¿No es más probable, que cruce fugaz por su cabeza, la peregrina idea de su pantomima? Quizá la descarte en una milésima de segundo, pero ante aquel extraño que le devuelve la mirada sin pudor, se sentirá por un momento pequeño. Antes de que nadie atraviese su espacio, antes de que su secretario de estado aparezca en el despacho oval y notifique los compromisos del día, mucho antes de que Melania se desperece en la cama y aparezca perfecta, habrá tenido una breve conversación con su alter ego y habrá reconocido que quizá no está tan bien apartar a los niños mejicanos de sus padres. Es posible que acabe reconociendo que hay dolor en la pobreza y que no hay culpa en la miseria, si no infortunio. Confesará que el sueño americano no es más que eso, un sueño, y que la cruda realidad de la injusticia social que la política crea, hace despertar a sus durmientes. No es seguro, pero antes de vestir el traje, antes de salir al ruedo dispuesto al show de cada día, dedicará algún segundo a lamentar la imagen que proyecta su política y su actitud. A buen seguro que descartará inmediatamente la idea de cambiar y encontrará un culpable de su desdicha. Los enemigos florecen alrededor de los grandes hombres, pero esa es una certeza que no se atreverá a expresar en alto delante de su reflejo.

   Así todos los grandes hombres y mujeres, los tiranos, los reyes o caudillos, los presidentes y los ministros, los ricos y poderosos hombres de negocios, los que con su mano señalan el futuro, los que dibujan la vida de los otros, todos bajan la mirada frente al espejo. Cuando se atreven a mirarlo, ven la ficción del mundo como un fogonazo que los despierta, de su sueño profundo de grandeza.


Shape of my heart. Sting
                 Escenas de la película: El profesional (Léon)    


Nadie es profeta en su espejo

En el suelo del baño ¡ay!,
pequeños huesos de aceituna.
Regreso a la cama, regreso
sumergido en posición fetal.
Plegados brazos y piernas,
tratan de sujetar
la verde carne del estómago
y el aceite hirviendo.

                                                Robert Gironés