ADÁN O NADA

domingo, 16 de septiembre de 2018

   No sé muy bien cuando empecé a pensar en escribir sobre la historia de Adán y Eva. Quizá surgió por la necesidad de rellenar los espacios que quedaban en la brevedad del Génesis. Toda la Creación se resume a unas páginas. La historia de Adán y Eva es fundamental para entender todo el cristianismo, soporta en ese breve relato los fundamentos que justifican el pecado y la necesidad de la redención. No se explicaría la venida del Mesías si no fuera porque en un mundo perfecto creado por Yahvé se produce un error fruto de la imperfección del Hombre y debe volver el Hijo de Dios para redimirlo. Jesús es por tanto justificado por los acontecimientos en el Paraíso. Así pues, lejos de parecer una historia insignificante, un cuento para niños, la historia de Adán y Eva da sentido a la Religión. Probablemente el hecho de haber asimilado dicha secuencia de los hechos ha sido capaz de moldear nuestra visión del mundo y las relaciones con los demás. La forma de entender el pecado, la sumisión a las Leyes del Credo, la necesidad del perdón. Conceptos todos ellos que han modificado nuestra moral social de forma distinta a como hubiera sido si la historia fuera diferente. Esta historia debió surgir de relatos antiguos transmitidos oralmente, contaminados de otras historias que no eran más que la necesidad de los pueblos de entender sus orígenes y se contaban a través de los cuentos a sus generaciones posteriores. Si ese relato imaginario hubiera tenido otro desarrollo, otro final, probablemente nuestras sociedades hubieran tomado otros referentes morales. Si el Creador fuese presentado como un dios rencoroso y malvado, capaz de crear a los Hombres y privarlos del conocimiento del Bien y del Mal, vengativo ante su desobediencia, un ser pendenciero que es capaz de destruir el mundo creado a través de un diluvio o arrasar Sodoma, sin tener presente a todos los inocentes, nuestra relación con Dios, sería diferente. Sin embargo, la expulsión del Paraíso, el diluvio universal o la destrucción de Sodoma se aceptan como una respuesta lógica de un dios colérico, pero justo, un merecido castigo ante el pecado. Dios necesita al pecado para justificarse, necesita al demonio para darse sentido. El relato de la Creación es breve y deja tantos elementos sin explicación porque resultan difícilmente explicables. ¿Cómo seríamos ahora, si los vacíos de la historia de Adán y Eva se hubieran rellenado con otras interpretaciones? ¿Cómo hubieran pintado Rubens o Durero a Adán y Eva, si la historia se hubiera reinterpretado de otra manera? A lo largo de los tiempos, monjes, pensadores, filósofos, exégetas, han tratado de llenar esos vacíos con interpretaciones imaginarias o alegóricas. Unas han formado parte de textos heréticos fuera del Canon porque cuestionaban los principios que la Fe que la Iglesia quería defender. Otros como Filón, Orestes o San Agustín han tratado de dar sentido a la historia para adaptarla a una visión de un Dios omnipotente, omnisciente y un Padre comprensivo.

   El Dios Omnipotente y omnisciente crea al Hombre a su imagen y semejanza pero desea para él la ignorancia, le prohíbe acceder a la sabiduría del árbol del Bien y del Mal ¿Acaso Dios es ignorante como el Hombre creado a su imagen? Tiene que llegar la serpiente para hacer posible que el aquel Hombre y aquella Mujer, sumisos, insignificantes, sometidos a una vida contemplativa sin trabajo, pero sin más aliciente que vivir bajo la Ley, se conviertan en protagonistas de su propia vida. ¿Se puede decir que es la serpiente un ser malvado? ¿O no sería más un libertador? Si se toma la historia en su discurso real resulta del todo absurda, ¿Una serpiente parlante? ¿En qué lengua se dirigió a Eva? ¿Cómo podía haber aprendido a hablar? La historia vuelve a entrar en el terreno del cuento o de la fábula, pero en cualquier caso pone en cuestión los motivos por los que el Dios Creador no deseaba para los hombres la sabiduría. La eterna duda planteada en San Manuel Bueno y Martir de Unamuno ¿la ignorancia lleva a la felicidad? ¿el conocimiento lleva al dolor y el dolor a la muerte?

   En el breve relato del Génesis, sólo cinco personajes dan inicio a la humanidad (Adán, Eva, Caín, Abel y Set que Adán engendró a los 130 años de una vida que se prolonga hasta más allá de los novecientos años en los que tuvo otros hijos e hijas). Eva la única mujer, es además la causante del pecado. En estos tiempos fácilmente se atribuiría una connotación machista al hecho (o quizá es al revés, la historia ha desarrollado nuestra visión patriarcal del mundo), pero fuera de esa discusión, lo que se puede ver como pecado en realidad también puede interpretarse como salvación. El Hombre es situado en el Paraíso como un animal más, el Conocimiento del árbol prohibido le otorgó la ciencia, lo diferenció del resto de los animales. Eva fue responsable de la transformación. Si miramos en la paleantropología y quisiéramos adaptar la historia a la evolución darwiniana, siempre encontraríamos una Eva. Lucy el primer homínido o la primera Homo Sapiens fue realmente quién se aventuró a trasgredir la frontera de la obediencia ciega, es por tanto una heroína más que una pecadora. Pero, además Caín conoció a su mujer y engendró a Enoc, Set conoció a su mujer y engendró a Enós. Ambos vivieron cientos de años y tuvieron hijos e hijas. Así se formó la Humanidad en el relato del Génesis. No menciona el nombre de las mujeres que conocieron, ¿acaso no tenían que ser inevitablemente sus hermanas? No existían más mujeres en el mundo que los que hubieran nacido de Adán y Eva. En este punto complejo sobre el relato pasa de puntillas. A través de la Historia, los estudiosos de la Torá y los exégetas de la Biblia han evitado el espinoso tema del incesto. Dios dice: “Creced y multiplicaos”, pero ¿cómo puede hacerse si no es engendrando hijos entre hermanos?

   Todo el Génesis está repleto de historias alucinantes desde Noé y el Diluvio al sacrificio de Isaac, pero que la formación de la Humanidad empiece con un crimen entre hermanos es todavía más aterrador. Hemos conocido a Caín encarnando el mal su figura resulta más atractiva desde el punto de vista literario (yo había leído el Caín de Saramago y la Balada de Caín de Manuel Vicent). Abel sin embargo representa la bondad y la humildad, la obediencia, el hijo perfecto. Ante esa maldad no cabe si no decidir si existía en la propia naturaleza de Caín (de cuya estirpe descendemos) o quizás exista alguna explicación a este comportamiento atroz para con su hermano. Esa fue otra de las historias que me seducía contar en mi visión imaginaria de la primera familia. Entrar en la mente de los personajes para explicar su conducta. Hacer un Caín tan humano como Abel y añadir a la historia el nombre ficticio de las hermanas de Caín y Abel, que con ellos edificaron los pilares de la humanidad. Mujeres cuyas presencias parecen olvidadas en el relato original, pero que son tan necesarias y tan relevantes para poder entenderla. Rescatar la voz de Eva, era fácil, argumentar su acto y mostrar su equidistancia con Adán en el protagonismo de la Creación. Los otros personajes femeninos son pura invención, pero tan reales que no se podría entender la historia sin su participación. Selena es como una segunda Eva coprotagonista de mi fábula, mi personaje favorito. Ruth, Sara, Yera son personajes secundarios que le dan sentido a parte de la historia. Son siete las hijas de Eva por un libro: Las siete hijas de Eva que hace un estudio del ADN mitocondrial e identifica siete ramas en la población mundial de una primera "Eva".

   Este libro es un ejercicio de imaginación que estoy seguro han realizado miles de personas antes que yo a lo largo de la Historia, porque la vida de Adán y Eva no han dejado indiferente a nadie. Su relato es tan fascinante que ha sido capaz de edificar sobre él parte de nuestra forma de entender el mundo y la moral.


   "Sería la más completa burla al mundo si el que habría expuesto la más profunda verdad no hubiera sido un soñador, sino un dudador. Y no es comprensible que nadie pueda exponer la verdad positiva tan excelentemente como un dudador; sólo que éste no la cree. Si fuera un impostor, su burla sería suya; pero si fuera un dudador que quisiera creer lo que expusiese, su burla sería ya enteramente objetiva; la experiencia se burlaría por medio de él; expondría una doctrina que podría esclarecerlo todo, en que podría descansar todo el mundo; pero esa doctrina no podría aclarar nada a su propio autor. Si un hombre fuera precisamente tan avisado que pudiese ocultar que estaba loco, podría volver loco al mundo entero".

Sören Kierkegaard