MASTER AND COMMANDER

jueves, 5 de abril de 2018

   Ando preocupada y cabizbaja, no sé dónde puse aquel archivo que contenía mi arduo trabajo de un año. Quizá lo perdí en la montaña de agradecimientos, loas y premios que desde todas las instancias me llegan a diario. Ser importante es lo que tiene. No me regalaron nada, lo gané por méritos propios. Pero reconozco que desde el poder se accede con facilidad a ciertos beneficios y gratificaciones. Siempre hay un pelota para regalarte el oído, siempre un adulador que no espera nada, algún trepa que desea tu puesto pero que de momento se esfuerza en sacar lustre a tu ego.

   En cuanto a la polémica que suscitan dichos privilegios, sin duda merecidos por tanto desvelo y tanta entrega, no la entiendo. Vivo para mi trabajo, lo daría todo por mi ciudad. Les daría sin dudarlo lo que piden, pero no lo tengo. Lo tuve. Lo pagué, puedo jurarlo, es más por aquí traigo la factura. Lo perdí, que se le va a hacer. ¿A nadie le ha ocurrido?, tengo montones de correos que me dicen que a ellos también les ha pasado. No sé por qué tanto revuelo. Es una nimiedad si se compara con los problemas del mundo, con los graves problemas a que cada día me enfrento con valentía, con tesón. En mi entorno me comprenden bien. M. dice: “Tranquila pasará la tormenta, hemos tenido peores. Haz como yo y espera” Eso mismo pienso yo, con todo lo que ha ocurrido, con la de desastres que hemos afrontado con total entereza, no sé bien a qué viene tanta urgencia por este pequeño olvido. Simplezas de gente sin norte, un ataque para debilitar mis fuertes convicciones de que vamos en la dirección correcta. Yo tengo unos principios y no los cambio como otros (Marxistas, por Groucho). Siempre hemos estado expuestos a los ataques de nuestros rivales, es Ley de vida. Hemos sufrido un ataque informático que destruyó el ordenador que guardábamos para entregar como prueba de nuestra inocencia, hemos sufrido atentados con incendios que quemaron expedientes cruciales para nuestra defensa, malintencionados comentarios y aseveraciones sin pruebas que no son más que diferentes manifestaciones de la misma estrategia, del mismo complot para destruirnos.

   Somos fuertes, que no esperen que nos derrumbemos. Al menos yo que represento la limpieza, que soy la regeneración personificada, no pienso desistir de mi empeño en demostrar que todo es falso, menos algunas cosas…

   Y si encuentro el dichoso documento, ahora pienso destruirlo, para que rabien.