¿COMA O ANESTESIA?

viernes, 26 de enero de 2018

No salgo de mi asombro cada día. Desde hace años que empezaron a destaparse los casos de corrupción, no hay tregua. Cuando parece que llegará el clímax, el terremoto final de la mascletà, estalla una nueva noticia. Hemos perdido la capacidad de asombro, o directamente hemos perdido la capacidad de crítica, la conciencia social o como quiera que se llame ese sentimiento que debe actuar como equilibrio entre el poder y el pueblo. Somos un pueblo sometido, adormecido, anestesiado, sobrepasado, incapacitado, denervado, al borde el colapso, en coma profundo. Somos indignados muertos. No puede ser que a estas alturas seamos capaces de soportar en este país un gobierno repleto de delincuentes. Los que robaron, los que se hicieron los ciegos, los que colaboraron, los que no quisieron saber, los que callaban, todos. Todos los que habitan en este partido podrido (me refiero a los visibles, no a las bases, no a los demócratas conservadores, no a las personas de derechas), todos están marcados. No puede valer el yo no sabía, está demasiado manido el argumento, no vale que son problemas del pasado, ojalá los hubieran juzgado antes. No vale son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Hay tanta suciedad que hasta los limpios deberían desinfectarse.

La responsabilidad de que no se asuma la responsabilidad, no es de los responsables de los delitos ni sus secuaces. En un país democrático la responsabilidad está en los que permiten que sigan ahí, es decir nosotros. Es decir todos los demás. Los partidos políticos que mantienen en el gobierno una vergüenza descarada, la derecha y la izquierda colaboracionista, sordos, mudos. Nosotros, sobre todo nosotros. ¿Dónde están los que acamparon en el 15-M? No ha pasado tanto desde el 15 de mayo del 2011. ¿Acaso se arreglaron los problemas? Los que entonces tenían 20 años apenas tienen 26. ¿No queda sangre? ¿Porqué somos capaces de permanecer impasibles ante las declaraciones ofensivas que nos toman por imbéciles? Cuando oigo hablar al líder me avergüenzo, como muchos ya lo sé, pero no pasa nada. La entrevista de ayer en Onda Cero de Mariano Rajoy es épica. Lo verdaderamente patético que es sólo la última, ha habido tantas antes que nos la tomamos a risa. Él ha perdido su vergüenza, pero ¿y nosotros? Intuyo lo que pensarán en las democracias vecinas, donde dimiten ministros por copiar un capítulo de una tesis, por no pagar una multa, por un error político ni por aproximación como el que aquí se ha dado. Resulta natural, nadie tiene que pedirlo, lo hacen. Los medios lo exigen, la sociedad lo exige.

En esta España nuestra, indivisible, grande y libre. En esta democracia que ya debería estar rodada, nadie paga la factura política. Se desvía la atención a circos mediáticos, a personajes y mercachifles, a tú más, a todos son iguales. Así las instituciones no pueden ganarse el respeto. ¿Cómo se puede pedir adhesión a un proyecto que es filfa democrática?

Por favor que alguien grite, que nos despierten de este mal sueño, que nos quiten la mascarilla de gas anestésico, que nos saquen del coma, tiremos a estos ineptos de las instituciones.

La canción mas hermosa del mundo
Joaquín Sabina y Pablo Milanes

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Viernes, 26 de enero de 2018

EL ASNO DE BURIDÁN

.....Sobre la paradoja del Asno de Buridán, escrito por Cela en 1983

El asno de Buridán ilustra la miseria que acecha a los indecisos. A medio andar de dos idénticos y equidistantes montones de heno, el asno de Buridán se moriría de hambre en la duda de hacia dónde tirar, sin razón alguna para la preferencia del camino. El menor soplo de viento o el más mínimo destello entre las briznas podrían resolver la incertidumbre, pero las leyes de la mecánica imponen su despótica e inexorable fuerza, y el asno muere de hambre pese a estar rodeado de nutritivos recursos de vida.

Me pregunto si los hombres no estaremos metiéndonos en un universo de Buridán en el que lo enojoso de la elección nos aboca a un cómodo y definitivo sopor intelectual y moral. Cada vez más se va perfilando la idea de que la opinión pública, la llamada opinión pública, no es tanto la de un público más o menos dispuesto a manifestar sus ideas, sino, muy al contrario, la que se hace públicamente universal a través del uso de esforzados voceros y de medios técnicos capaces de imponer el criterio, incluso con violencia.

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España va camino de convertirse en el imperio del no sabe, no contesta que ha sido el gran hallazgo justificador de las cuentas del Gran Capitán de los encuestadores del mundo entero. Sería triste que acabara así la historia de una esperanza que se remonta a tiempos de los que ya nadie parece querer acordarse

Copyright Camilo José Cela, 1983.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de marzo de 1983