Pertenecer al Reino Animalia, Phylum Chordata, Clase
Mammalia, Orden Primates, Familia Hominidae, Género Homo, Especie Sapiens, Subespecie Sapiens nos sitúa en un lugar concreto de la clasificación
taxonómica.
Ahora cabe preguntarse si se ajusta en todas las categorías a nuestra verdadera posición en el mundo. No cabe duda que la pertenencia de al Reino animal y sus diferentes categorías subordinadas no es más que fruto de la evolución y dado que nosotros mismos hemos sido artífices de dicha clasificación, nos hemos reservado el lugar más elevado de la escala evolutiva. Con nuestros congéneres Homo nos distinguimos por el distintivo de Sapiens, incluso pertenecemos a una subespecie igualmente denominada Sapiens. Homo Sapiens Sapiens. Algo así como lo que trataba de referir Arsuaga cuando tituló su libro: “La especie elegida”.
Ahora cabe preguntarse si se ajusta en todas las categorías a nuestra verdadera posición en el mundo. No cabe duda que la pertenencia de al Reino animal y sus diferentes categorías subordinadas no es más que fruto de la evolución y dado que nosotros mismos hemos sido artífices de dicha clasificación, nos hemos reservado el lugar más elevado de la escala evolutiva. Con nuestros congéneres Homo nos distinguimos por el distintivo de Sapiens, incluso pertenecemos a una subespecie igualmente denominada Sapiens. Homo Sapiens Sapiens. Algo así como lo que trataba de referir Arsuaga cuando tituló su libro: “La especie elegida”.
Este último escalón en la taxonomía
es el que más interrogantes plantea. No estoy diciendo que no seamos seres pensantes
(Sapiens) , pero existen
contradicciones no explicables con esta doble condición de Sapiens. El hombre
alcanza cotas inimaginables en su capacidad de comprensión del mundo. Desde el
microcosmos del átomo y la física cuántica hasta el Universo y los vastos
territorios de la física teórica que trata de explicar el Tiempo y el Espacio.
Nadie podría dudar que un hombre capaz de comprender
tales magnitudes no merezca ser Homo sapiens sapiens. Incluso en algunos casos podríamos
considerarlo sapienssapiens . Los grandes genios de la Historia
podrían entrar en esta última categoría, pero hasta ellos tienen sus lados
oscuros: la misoginia de Aristóteles, el odio de Newton y Edison a sus
competidores, las locuras de Mozart o el antisemitismo de Wagner. Las mujeres
no están exentas en su genialidad de ese toque humano que hace dudar de su
condición sapiens. La tormentosa vida de Frida Khalo, Madam Curie y su complicada
vida sentimental, Lucrecia Borgia , Virginia Woolf brillante y elitista. Pero sus
defectos no los convierten en seres imperfectos o menos merecedores de su
condición de sapiens sapiens. Lo que llama poderosamente la atención es la
existencia de una disociación entre la genialidad y la conducta, entre la razón
y la materia, la mente y la carne. ¿Dónde reside la razón y dónde la emoción?
¿Tan lejos habitan en nuestra mente? En un cerebro humano con más de cien mil millones
de neuronas y con 100 a 500 trillones de sinapsis, ¿Es posible que el córtex
esté tan aislado del sistema límbico emocional?
Si descendemos de la condición de genio a ciudadano
corriente ¿Qué podemos esperar entonces? Vamos a conformarnos con la situación de Homo
Sapiens a secas y a tiempo parcial, no es exigible dicha condición a tiempo
completo porque la evidencia es manifiesta. La separación del Ser racional y el
Ser Emocional es un hecho y nos hace humanos.
Imaginemos a un catedrático de Derecho Civil, hombre
posicionado socialmente y de reconocido prestigio, estudió en magníficas
universidades, amante de los viajes, conocedor del mundo y de mente abierta
frente a otras maneras de pensar. Felizmente casado, padre de dos hijas que han
iniciado estudios de Derecho. No milita en ningún partido político, pero tiene
fuertes convicciones que lo sitúan en la derecha política. Acude a la parroquia
cercana cada domingo y trabaja en su bufete tras las clases en la Universidad. Por la tarde en los domingos va al futbol con
sus colegas, igualmente de reconocida posición. En el preciso instante en el
que se está produciendo una violación de los derechos ciudadanos en alguna
parte del mundo, Messi arranca desde la banda una jugada magistral tras un
balón robado, realiza un primer caño al contrario y un autopase que burla al
siguiente, se introduce en el área y cae derribado o en un claro piscinazo que el arbitro reconoce de
inmediato y sanciona con una cartulina amarilla. La colisión de dos mundos
sorprende aquel escenario, dos galaxias chocan en el espacio, un agujero negro
absorbe todo el sentido común y estalla en el campo un clamor que ruge
creciente hasta convertirse en un bramido poderoso. Nuestro hombre se levanta,
insulta, llama hijo de puta, cabrón y vendido al arbitro y cerdo maricón al linier
que levantó la bandera. A su lado los demás
muestran idénticas señas de disgusto. Se amalgaman en un instante las
ideas de los prohombres y los fracasados, de los amos y los señores, los
funcionarios y los empresarios, jornaleros, albañiles, comerciales, médicos,
todos a una se convierten en jueces que dictan el veredicto de culpabilidad y
aplican la sentencia, lanzan los bocadillos, las latas, los mecheros al campo.
¿Qué ofensa es capaz de levantar aquella furia? ¿Qué fuerza tan poderosa
aglutina tan dispares individuos? Podemos responder la idiotez, pero no, es la
animalidad que aflora a la superficie pulida del Homo Sapiens.
En la misma ciudad pero en el centro, una
manifestación arranca por las calles, en ella van hombres, mujeres y niños, en
una protesta legítima contra un nuevo atentado del gobierno contra la igualdad
de oportunidades en la educación, o contra los recortes en salud, o quizás se
trate de una concentración que pide el final del uso de la energía nuclear, la
paz en el mundo, el apoyo al pueblo palestino, el fin de la intervención
militar en cualquier país pobre, la solidaridad con África y el fin del tráfico
de diamantes o de personas que mueren en mitad del mar en las pateras. Pero
allí en medio de aquel grito de cordura está él. Siempre ha sido un chico
comprometido, de izquierdas, inteligente, buen estudiante, ya casi ha
finalizado sus estudios de Medicina y tiene un futuro prometedor, un trabajo,
un sueldo que no le dejará acabar entre los detritus de la sociedad. Han estado
trabajando él y sus amigos elaborando pancartas con eslóganes sin duda hirientes.
Por si acaso la policía se pasaba de la raya se llevaron algunos palos y
palestinas al cuello con que taparse. Todo trascurre en medio del calor y la
fuerza que sólo el grupo es capaz de proporcionar, en un instante preciso,
quizás al mismo tiempo que Messi iniciaba su jugada, alguien grita una consigna
en contra de la policía y un servidor público trata de identificar al
manifestante. En ese preciso instante donde en algún lugar del mundo un volcán
ha estallado, un tsunami se está forjando en las entrañas de una Tierra hastiada
de tanto abandono, allí en aquel espacio concreto estalla el tumulto. Alguien
tira del chico al que están identificando y empuja al policía, los otros
agentes se incorporan a la refriega y él y sus amigos se sienten llamados a
intervenir siendo como son los elegidos para la defensa del bien. Se tapan las
caras, esgrimen el palo que llevaban y abandonan sus pancartas de inteligentes
mensajes, se lanzan contra la policía
que se repliega para luego lanzar una ofensiva que ponga orden, o desorden a
las cosas. Nadie es quien parece ser, madres y niños corren, el humo ciega los
ojos, las conciencias ya habían sido cegadas, arden contenedores, crujen los
cristales de los escaparates bajo el impacto de las piedras y las sirenas de
los furgones ya acallan las consignas que se proclamaron para redimir al
mundo. ¿Qué fuerza es capaz de sumir en
la oscuridad tanta luz? Podríamos decir que la inconsciencia, pero es la
animalidad que nos asalta cuando estábamos despistados y nos sale afuera.
Tantos inexplicables comportamientos se exhiben cada
día y demuestran esa incomunicación dentro de nuestro cerebro de Homo Sapiens.
Tantos espacios vacíos entre el frontal donde reside el hombre pensante y el
tálamo, hipotálamo, hipocampo… donde nacen las emociones o los instintos, o
quizá donde nace el verdadero Homo, antes de ser sapiens.
Asistimos a diario a celebraciones de copas sobre
fuentes de diosas y hombres y mujeres que festejan las heroicidades de los
nuevos dioses, espectáculos de muerte en el ruedo que son alimentados por los
olés y el humo de los puros, peregrinaciones hasta las iglesias donde vírgenes
de oro y plata esperan a ser sacadas a hombros por la multitud, procesiones,
flagelantes penitentes, empalaos, cabras que caen desde un campanario, patos
decapitados, toros alanceados, himnos, banderas, reyes, idiomas que pretenden
separar y no comunicar… Homo en estado puro, el animal humano en plena acción.
Pero si algo puede superar aquellos escenarios
extraños en un sapiens sapiens son los telediarios. Ese espectáculo que debería
emitirse fuera de horario infantil o al menos identificar su peligrosidad para
la formación de los futuros ciudadanos. Lejos de contribuir a la información
alimenta la animalidad. Las noticias de los desastres naturales que parecen
obedecer a una Tierra fuera de control, los más tristes datos producto de los
mercados, que no son sino entes manejados por hombres (dioses de la fortuna) y
sobre todo los patéticos mensajes políticos. ¿Cómo confiar en la continuidad de
la raza humana si escuchas a algunos de los hombres y mujeres que nos
representan? Presidentes, portavoces, Secretarios generales, tesoreros,
ministros, parlamentarios, diputados, imputados, reputados asesores…
¿Quién dijo sapiens sapiens? ¡¡Por favor que revisen la clasificación!! Que
excluyan a estos individuos de la especie, que creen un orden nuevo dentro de
los reptiles o de los mamíferos, porque el animal político no proviene de la
emoción como los sentimientos, no es la parte Homo del Hombre Sabio. Su
comportamiento obedece a patrones etológicos estudiados, premeditados. No es la
imbecilidad aparente del que se deja llevar por los estados anímicos de
agitación emocional. Es la estrategia del malvado que pretende con argucias
engañar. Su maquinaria no está regida por la ideas sino por los intereses, no
funciona en modo ayuda sino en modo auto. La mentira surge de forma espontánea
de su boca, el argumento falaz aunque sea evidente su falsedad es esgrimido
como verdad irrevocable, no fingen, se creen sus propias e inventadas falacias.
Invocan al miedo, llaman a la puerta del infierno y se hacen llamar ángeles
salvadores. Se consideran la especie superior, a salvo de la justicia,
amparados por las instituciones que crean y manejan, se sienten a cubierto
porque han colocado estratégicamente las piezas para que encajen y les
protejan.
Sin duda son injustas mis palabras para ser aplicadas
a todos los políticos, pero yo no hablo de los que se dedican a la política,
sólo del verdadero animal político. Ese tiburón de la sociedad que sólo teme a
otro predador más poderoso, al verdadero Homo sapiens sapiens, al que es capaz
de racionalizar sus ideas aunque deje un espacio para la emoción irracional, al
que es habitualmente vegetariano e ingiere el papel de los libros como alimento
sin renunciar a dar alguna dentellada si se tercia para defenderse. Debemos abrir las fauces, gruñir y ahuyentar al
animal carroñero que está ladrando a nuestro alrededor, somos más fuertes y
somos más.
Este es el único modo de alcanzar la evolución
definitiva de la especie hacia ese Homo Sapiens, Sapiens, Sapiens, Sapiens….
Desterrar al animal político.