EL TIEMPO DE LA IRA

miércoles, 2 de octubre de 2024

   Es el tiempo de la ira y la sinrazón. Se ha perdido ya toda esperanza de que la templanza se alce vencedora. Hemos sucumbido, quizás desde hace ya muchos siglos, a esta locura colectiva, hemos aceptado el fracaso de la concordia, por fatiga, por hastío o por indiferencia. 

   Inventamos conceptos como la Democracia, la Paz, los Derechos Humanos, pusimos en ellos la esperanza de un Nuevo Mundo, pero los hemos pervertido. Ni siquiera Occidente que creía haber nacido para proteger la Razón, que venía a salvar a los Hombres de la barbarie que decían representaba Oriente, ha tenido la mínima decencia en mantener las apariencias ante el oprobio. Desde el otro lado del mundo, no se ven tampoco indicios de pudor alguno para rescatar a la Humanidad de la miseria, ni de la sumisión. 

   Estamos definitivamente perdidos. No hemos aprendido nada. Repetimos la Historia, renovamos las desgracias de los pobres, las víctimas vuelven a ser víctimas y los victimarios escapan siempre sin castigo. 

   Bomba tras bomba, muerto sobre muerto, acumulamos cadaveres que abonan la Tierra. Son el humus del planeta, su sangre lo riega y las conciencias siguen ignorando el triste destino que compartiremos. 

   Mantenemos las bocas cerradas ante la ignominia, hueros de vergüenza, instalados en la propia cárcel de nuestro interés, vamos contemplando como iluminan la noche los cohetes que caen y destruyen lo que nunca podrá ser recuperado. Nadie devolvera la vida a los miles de niños palestinos, nadie reparará las heridas de tanto sufrimiento, nadie podrá resarcir el daño que vemos en las pantallas, los cayucos siniestrados, los muertos de hambre en el mundo, los esclavizados por la maldad. Ignorantes convencidos de que lo que no es noticia no existe, nos eximimos de la culpa de las desgracias ocultas a la actualidad. La Justicia Universal permanece ciega ante los agravios. El descrédito es ya una palabra vacía, no hay Institución que mantenga la dignidad. Pequeñas escaramuzas de activistas, de soñadores, de libertarios, de hombres y mujeres que siguen creyendo que el cambio es posible, luchan y se estrellan contra el Poder institucionalizado, contra el poder del dinero y el poder de la ideología. 

   No hay vuelta atrás, el mecanismo de la maldad ha ido retroalimentando el odio y nunca parará, un perpetuo mobile que movera por siempre los resortes de la inmoralidad. La muerte es el titiritero que mueve nuestros hilos y será la parca la que los corte cuando se canse de los muñecos de trapo, sin conciencia, ni hálito vital. 

   No es pesimismo, es pura conciencia de la derrota, es el triste reconocimiento de que el mundo desvaría. Los locos se sientan los mandos de la nave, manejan los bombarderos y las bolsas, ellos creen que están a salvo en sus bunkeres, en sus mansiones con piscina, pero tanta abominación no quedará sin perdón, tampoco para ellos. 

   Me gustaría cerrar los ojos y que al abrirlos se tratara de un mal sueño. Me gustaría cerrar los puños y que al golpear la mesa se rompiera el tablero de los maquiavelos y cayeran como piezas del ajedrez al abismo del olvido. Pero ni los ojos cerrados, ni los puños prietos pueden destruir este maleficio. Sólo la palabra, la saliva de miles de dormidos puede parar el incendio devastador que provoca la soberbia, la avaricia, la lujuria y la gula, la envidia y la ira creciente, pero sobre todo la pereza del hombre satisfecho.