LAS REPOSICIONES DEL VERANO

sábado, 31 de agosto de 2024

   Como en el cine y la televisión, en la política durante el verano sólo hay reposiciones, pocos estrenos. 

   “La llamada de la selva” Basada en la novela de Jack London y como protagonista al inimitable Clark Gable.

   Sinopsis: cada verano cuando la manada de políticos emprende el periodo vacacional y disfrutan del sol y las tumbonas, decae la actividad parlamentaria, pero como no puede bajar la presión en la olla política, se retoman conceptos antiguos y se reabren viejas heridas para avivar el fuego. El "efecto llamada" es muy eficaz. La invasión alienígena podría ser una estrategia, pero para que, si tenemos los cayucos y pateras, mejor hacer apología de la invasión de los bárbaros: negros y moros sin distinción alguna. Personajes que acuden a nuestro paraíso para destruirlo, asesinos, delincuentes en potencia, una ralea de individuos de baja estofa y pelaje oscuro que sin duda pugna por la sustitución del hombre blanco del que no nos queda más que el recuerdo, porque somos la mezcla de civilizaciones antiguas, invasores, colonizadores, emigrantes, inmigrantes, somos más moros que cristianos, pero pretenden ilusionarnos con la pureza de la raza. A los que vienen de afuera yo los veo trabajando en el campo a pleno sol, cuidando ancianos de día y de noche, contratados con buenos y malos contratos por españoles muy españoles, seguramente algunos votantes de Vox, Alvises y PP, también por socialistas y podemitas. El “efecto llamada” es la consigna, ya lo esgrimieron antes otros fascistas. Deportaciones masivas, la armada invencible para destruir pateras y otras soluciones imaginativas se despliegan a lo largo del estío para que no dejemos que el calor sea más insoportable que estos argumentos. Menos mal que finalmente la fiebre del mono no ha entrado con fuerza porque alguna iluminada, antes public manager de un perro, quería cerrar fronteras.

   Sin duda elegiría “Cuando ruge la marabunta” con Charlton Heston para ilustrar el tema. 

   “Esta casa es una ruina” con Tom Hanks es un clásico que viene en proyección continua desde la moción de censura, hace más de un lustro pero en verano es más insoportable por el calor, como el eccema o la diarrea. 

   Sinopsis: Siguiendo las predicciones de Nostradamus, los augures del PP: Casado y Feijoo y sus adláteres (Teodoro y Tellado, Cuca vale para los dos) van enumerando los terribles males que nos depara la venida del anticristo en la persona de Pedro. La pandemia con la consiguiente extinción de la raza española (casi lo consiguen en las residencias de Madrid), íbamos a acabar de vacunar a la población en 2050, aunque en realidad las vacunas no estaba claro si servían, el timo de la excepción ibérica enriquecía solo las arcas de Francia (a nosotros que no podemos ver a los gabachos), los fondos europeos no iban a llegar por la mala gestión, la nueva reforma laboral y el aumento del salario mínimo sin duda acabarían con el empleo (A ello se sumaba el Banco de España que posee tan maravillosos estadistas como los de Tezanos), la destrucción del Estado, la inflación, el paro, la destrucción de la familia, la desaparición de la reserva espiritual cristiana con el laicismo impío, es decir acabaríamos un día de estos en la Nada, salvo si reflexionábamos y votábamos como toca o destituimos al caudillo. 

   Con permiso de Tom Hanks y mi respeto, para ciencia ficción me quedo mejor con Blade Runner: “He visto cosas que vosotros no os creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del cinturón de Orión. He visto RayosC brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhaüser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”. 

   “Doce hombres sin piedad” es otro clásico. Otro gallo nos cantaría con Henry Fonda al frente del CGPJ para conseguir darle dignidad. 

   Sinopsis: Después de 10 años sentados en la poltrona, 5 de ellos con fecha de caducidad agotada. La élite de la magistratura nos sigue amenizando verano tras verano y también en invierno y primavera con sus resoluciones y providencias. Sus majestades togadas nos ofrecen un espectáculo al más puro estilo de Bollywood, sin reparar en gastos ni en vergüenza, sin reparar en argumentos jurídicos más o menos  ininteligibles pero convenientes. Desde el procés a la pureza de la mujer del Cesar, nos adoctrinan en la honestidad y la rectitud. Sin sonrojo perdonaron delitos fiscales como la amnistía fiscal o al  rey emérito, excarcelaron corruptos confesos o probados, condenaron inocentes que ahora exculpan (un poco tarde, pero los tiempos de la Justicia no son los de los mortales). Es la hora de hacer,  que España no se rompa y no pierda la esencia. Probablemente necesiten otros cinco años para elegir presidente (cómo elegir una presidenta progresista, eso sería ceder ante el chantaje socialcomunista). Pronto es la inauguración del nuevo curso judicial y se pronunciarán discursos magníficos sobre la rectitud de la Justicia, su honorabilidad, su equidad, una justicia que es igual para todos (pronunciado tras beber un sorbo de agua para pasarlo). Serios los semblantes, mirando al cielo para que acabe, ese nutrido grupo de hombres notables mostrará el camino de la Ley para más tarde limpiarse con el papel usado. 

   Me quedo con “Toda la verdad” de Keanu Reeves o "Matar a un ruiseñor" basada en la novela de Harper Lee con Gregory Peck, hace entender lo complejo del arte de juzgar, pero lo reconfortante que es defender la libertad del individuo que permite la verdadera Democracia. Sólo los juristas pueden y deben ser los garantes de la Libertad contra los autócaratas. Marco Tulio Cicerón pagó con su vida la defensa de la República romana ante el triunvirato: “Que otros pueblos vivan, si es su deseo en la esclavitud. Nosotros los romanos, no queremos. Si no podemos conquistar la libertad, dejadnos morir” Filípicas. Tomen nota magistrados.

   Y para acabar nos queda “Casablanca” con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. El clásico de los clásicos y que este año ha venido con nuevas versiones en el duelo Trump vs Biden y la incorporación de la estrella naciente de Kamala Harris. 

   Breve sinopsis: el mundo está loco ya lo decía Brian, pero en un año la locura apostó por otro loco portando su bandera. Las guerras siguieron siendo un pecado, no hizo que los ricos fueran más pobres ni que los pobres llegaran al cielo de los ricos. Llegó un día que había que cambiar el portador del estandarte y tomaron un nuevo líder que sucumbió bajo el peso de la bandera y la vejez. Cuando ya parecía que de nuevo el caos estaba a las puertas del Capitolio hubo un destello fugaz que surgió en el firmamento de la bandera estrellada (no la estelada, esa es otra película). Será lo que deba ser, pero los pobres seguirán siendo pobres, los ricos se harán multimillonarios y los judíos seguirán asesinando niños palestinos. 

   Por eso sin duda yo prefiero “La vida de Brian”


LA VIDA DE BRIAN. Escena de Pijus Magnificus

¿HUELE A PODRIDO?

miércoles, 14 de agosto de 2024

   Yo creía que el Covid me dejaría sin olfato y creo que me ha excitado las pituitarias. Cada día percibo más olores con sus matices y emociones. Es posible, que como voy perdiendo vista y oído, los demás sentidos se agudizan. Desgraciadamente, el sentido común creo que no forma parte de este juego de ganancias y pérdidas, para mí que cuando alcanzas a los 40 ya no se mueve, si acaso mengua. 

   Como decía, vengo percibiendo continuamente señales olorosas que me remueven el pensamiento. De los telediarios emanan los aromas más variados e inspiradores. 

   Lo de Puigdemont es una sutil fragancia que huele a caspa y a  perfume rancio que recuerda a la burguesía decadente, a colonia barata y vodevil. Lo imagino como a Carrillo, entrando y saliendo de España con pelucón y disfrazado (busquen la foto de Santiago en internet y díganme que no), pero más allá del hastío que me produce, no mueve tormentas en mi ánimo. Además oyendo los noticiarios, me viene siempre una pregunta, ¿Porqué a los Mossos (con o) les llaman mosus? Puestos a cambiarles el nombre les pondría “mozos”. 

    A su alrededor sí que percibo el olor intenso de la naftalina y la ropa recién planchada, las togas puestas a secar y las puñetas almidonadas, un olor que sugiere orden y limpieza, pero rememora el cine en blanco y negro. Cuando la naftalina se mete en las fosas nasales, tiene un olor acre y desagradable, surgen del recuerdo los juicios sumarísimos y las ejecuciones, menos mal que está la Ley. 

   Lo que si me revuelve las tripas es el hedor del fascismo que nos rodea. Trato de mover la cabeza, pero allá donde huelo percibo la podredumbre de las ideas muertas, de los muertos mal enterrados, de los estafadores de la falsa libertad, de los patriotas de mierda. No sólo percibo la roña que nos secuestró durante años, veo la brutalidad en los actos y en las palabras. En los nuestros, en los de nuestros vecinos ingleses, franceses, alemanes... Me aterra lo envalentonados que están, han perdido el miedo y presumen de fascismo, es más diría que compiten por quien la tiene más gamada. La pestilencia de sus actos y sus acusaciones fake me producen arcadas. No puedo contener la rabia y la impotencia ante una sociedad plegándose a tamaños bárbaros. 

  Hay un olor que siempre he tenido metido en el bulbo olfatorio, el olor a sangre, ahora se potencia con el de la pólvora y el polvo en suspensión de los bombardeos. Trato de aspirar profundo y cerrar los ojos para ver si se me pasa, pero no oigo el rumor de la esperanza, sólo mis acúfenos. No escucho los gritos de los líderes defendiendo la vida, unos callan, otros hacen pequeños aspavientos que no ventilan el aire viciado del mal, diría que huele a azufre, como si el demonio hubiese bajado al mundo y el Fin de los Tiempos se avecinara esperando la parusía en forma de condena al genocidio. 

   El olor a sal, a mar, a viento en la frente, no sólo no me produce placer, ahora me ahoga como si naufragara y me trae el olor del mar profundo. Siento la sed, el sol cayendo a plomo sobre la piel, imagino los cayucos llenos de niños sin esperanza y las algas que a veces envuelven cuerpos como si de pecios se tratara, en la lengua noto el salitre que me hace escupir blasfemias.

  Pongo a quemar varillas de olor: jazmín, vainilla, canela.. pero siempre se me cuela alguna de incienso que me retrotrae a las misas y los entierros. Los olores de la Iglesia, de blancas casullas y algunas negras almas, de cielos diáfanos y oscuros pecados. Si me concentro puedo ver y oler más la Santidad que la Miseria, pero cada día me concentro peor, se me amontonan los olores y las fragancias, se me confunden con la tufos. 

   Está claro, necesito vacaciones, salir al campo y oler la Naturaleza. Lo prefiero en primavera cuando florece el naranjo y el aroma del azahar inunda mi huerta, excepto si acaban de sulfatar, pero la química de los pesticidas queda poco tiempo en el aire y sólo condimenta el agua, que ya no huele a agua sino a cloro. Ni siquiera las acequias huelen a agua, huelen a acequia, menos mal que suenan como el agua y eso tranquiliza mi espíritu. 

   Me huelo que esto no tiene remedio y me tendré que conformar con los recuerdos a pan recién horneado de mi madre y el puchero, el olor de la vida supongo que cambia con la mirada y la mía se ha ido ensuciando con los años. Confío que mi nieta con su mirada clara, huela el cristalino sabor de vivir y lo disfrute tanto, que sólo los olorosos efluvios de la bondad lleguen hasta su nariz. Siempre nos agarramos al futuro cuando el presente huele a podrido. Si tu también hueles a podrido, piénsalo, quizá estés envejeciendo.


Manu Chao - Clandestino