De entrada, dar a un gobierno, a un rey o a un tirano la facultad arbitraria de indultar un delito, me produce desazón. No me gusta el concepto de la Justicia administrada por la benevolencia o interés de un individuo. La Justicia debería ser justa y fin. Pero precisamente ahí está el problema. Quizá por eso la Democracia se basa en la separación de poderes (o eso pretende) y da al poder Ejecutivo la facultad de indultar. A quien queremos engañar con esto de que los tribunales imparten una Justicia igual para todos, sin distinción. Hemos visto como tribunales superiores anulan las sentencias de otros, incluso contradiciéndolas. El argumento de que las distintas instancias son el elemento corrector no hace sino demostrar la falta de igualdad en la Justicia. La imparcialidad es una quimera. Cuando hablamos de la imparcialidad en política y en los grandes intereses económicos es pura ficción. El Tribunal Supremo o el CGPJ ese órgano del que emana la “verdad” judicial como si su verbo proviniera del mismo Creador me da vértigo. Su presidente, Carlos Lesmes cuya autoridad caducada y fuera de la Ley, no le impide oponerse a una facultad que no le corresponde que es el indulto, me da urticaria (perdón, voy a tomar también un primperán). Imagino, que tras reunir en cónclave a todos los magistrados, que conocen y aceptan sin rubor su condición de caducados, basándose únicamente en criterios judiciales emiten su veredicto. No conocemos, si como en otras ocasiones el Espíritu Santo se posó sobre sus cabezas. Sí sabemos lo que en otras ocasiones el Alto Tribunal ha expresado. No es sorpresa que en sentido contrario. Todo depende del Espíritu y del Santo. Cuando para Barrionuevo y Vera, condenados por los asesinatos del GAL, el Presidente Felipe González pidió el indulto, no se requirió arrepentimiento, ni reconocimiento de culpa (propósito de enmienda, dolor de los pecados y cumplir la penitencia como en la Sacrosanta madre iglesia). Otro gran estadista José María Aznar los concedió con el aval del Tribunal. Los Hombres de Estado muestran la solidaridad con los defensores de la Patria. No defiendo a los condenados, ya no sé si por rebelión, sedición o por insubordinación al orden constitucional. No fueron más peligrosos que Tejero, a quien también se indultó, y desde luego representan un artefacto en la posibilidad de normalizar la política catalana. Aunque me permito dudar que con los personajes y los intereses que la habitan, no es un proceso fácil.
Ahora, incluso antes de los indultos concedidos, se ha iniciado la nueva intifada de la derecha. No han cesado los insultos desde que este gobierno iniciara su andadura. Le llamaron ilegítimo mucho antes de indultar a nadie. Esta, sólo es la nueva excusa para llamar a la guerra santa y defender la democracia que ellos imparten (como ya se ha comprobado en sus años de gobierno). Incluso es la nueva excusa para no renovar el Tribunal Supremo (ya llevan unas cuantas). Humillación, felonía, atentado contra el pueblo español, arrodillarse ante los verdugos. Todo lo que ya oímos antes por los mismos cuando Zapatero dialogaba con ETA y que finalizó con su desaparición. Ahora hay nuevos corifeos, desde los insignes ya mencionados Felipe y José Mari devenidos en correligionarios, nada sorprendente, y barones socialistas que no quieren arriesgar sus posiciones de gobierno. Se añade un nuevo valor que se alza como la Vox de la Raza y la Patria. Los fascistas y los medios afines a una derecha extremizada por estos insolentes del neofranquismo, van a disparar con bala gruesa, ya han empezado a calentar la maquinaria. Veremos cómo montan mesas petitorias, manifestaciones del Orgullo Patrio y nos lanzan soflamas sobre el Apocalipsis de la Democracia (que es precisamente lo que buscan). Hasta Edmundo Bal tan modosito en las elecciones madrileñas ya habla de felonía (debería evitar esas palabras que utilizan con prodigalidad la derecha que ha desmantelado su partido).
No tengo ni idea de si es conveniente el indulto de aquellos que iniciaron un proceso de independentismo basado en mentiras y que han contribuido a la separación emocional de su Sociedad. Esa es la decisión que como ciudadano quiero dejar a quien corresponde que es el Gobierno elegido democráticamente. Si se equivocan sólo habrán sacado de la cárcel a unos inconscientes, si aciertan pueden dar un paso a que el país se dedique a sus problemas y no a las señas de identidad de cada cual, egocentrismos nacidos del interés político. Lo que sí sé, es que si esta derecha rancia que pretende devolvernos a la incultura, cantando el himno nacional en las aulas, instalando legionarios en las calles, (después vendrán el cara al sol y el ángelus y acabaremos escuchando el consultorio de la señorita Francis), si todos estos se oponen al indulto, yo estoy a favor. No quiero coincidir con ellos en nada.
No me da miedo que perdonen a un culpable (hay tantos sinvergüenzas en la calle a pesar de la Justicia), me da miedo que con la excusa de los indultos gobiernen quienes pretenden un país de incultos.
