ENTRE EL OLVIDO Y LA DESMEMORIA

domingo, 1 de marzo de 2020

   Entre el olvido y la desmemoria, existe un vacío inmenso. Habitan allí las tinieblas del alma, allí se esconde el lado oscuro del Hombre. La intemperie arrasa con su viento helado las briznas de piedad que empezaban a brotar entre la tierra árida. No existe lugar más tenebroso que las simas del olvido, donde se esconden los demonios que otrora parecieron ángeles. Es un camposanto de voluntades que fueron primero ideales, luego conceptos y acabaron abandonadas por la pereza. No hay lugar más triste que el que se halla sepultado por el olvido, enterrado bajo la arena traída por el viento de la desmemoria. La verdad oculta a los ojos ciegos y los oídos sordos por mentiras de autocompasión.

 Allí habitamos helados de frio, mirando con recelo el pasado que se nos aparece como un fantasma temible. No podemos ni queremos recordar que fuimos Hombres, que tuvimos ideales solidarios, que vivimos los sabrosos momentos de la ilusión. El manto negro del desengaño o del miedo nos encerró en la prisión del olvido. Nos tiene sujetas las manos y ya ni siquiera nos rebelamos. Sucumbimos a la tenacidad de la desmemoria que cada día nos roba un pedazo del pasado. Corrimos tanto perseguidos por el miedo, que hemos dejado atrás nuestros sueños y abandonados al resto de los caminantes. Ahora nos encontramos solos en este paraíso perdido, mirando a todos lados sin poder ver más que nuestro confortable presente, temiendo siempre que nos asalte la duda, que nos muestren la realidad de nuestra miseria futura.

   En África la muerte campa a sus anchas, las guerras, el hambre, la malaria, el dengue y la atrocidad de los bárbaros convierte a los hombres, mujeres y niños en víctimas. Congo, Nigeria, Chad, tantos nombres marcados por la siniestra mano de la muerte y la desesperanza. Oriente Medio y Asia se arrastran tras Occidente, suspirando por alcanzarlo y deja un rastro de cadáveres y esclavos que ven como se desvanece el sueño que vive casi a su lado. Los pueblos de América, los que conquistamos para llevarles la Fe de Cristo, los que pretendimos ayudar a formar parte de nuestra Historia y Destino, se debaten entre regímenes corruptos y revoluciones que siempre dejan la herida de la miseria. Aquí y allí, incluso entre los remansos aparentes de las democracias pertenecientes a los “dueños del primer mundo” hay pobres que expiran entre la opulencia.

   Todo esto parece que ocurre en otros mundos, en el nuestro sólo el coronavirus importa, es el único Armagedón que nos preocupa. Salimos corriendo a refugiarnos de los infectados, nos cubrimos el rostro con mascarillas, cerramos las puertas y nos encerramos para no formar parte de los apestados. No sabemos que por mucho que corramos, no podremos huir de la parca que nos espera en nuestro idílico y seguro mundo de desmemoriados. Aunque tratemos de olvidar que la muerte y la miseria infecta el mundo no borraremos su mancha. Sólo puede salvarnos el recuerdo y la memoria de los Hombres, es lo único que quedará de nosotros cuando nuestro polvo vuele liberado de la materia.