...MATAPERROS ME LLAMARON

miércoles, 20 de junio de 2018

   Tristes días en que se puede oír el llanto desolado de los hijos separados de sus padres. Trump ha hecho posible que esos niños enjaulados como perros sean oídos por millones de sordos. Parece que ahora nos damos cuenta de la aberrante situación de millones de niños en el mundo. ¿Cuántos Trumps necesitamos para que se oigan sus voces? Los que trabajan en régimen de esclavitud, los que luchan en guerras, los que huyen solos en busca de refugio. Y también estos niños que un desalmado separa de sus padres y consciente del dolor que provoca lo utiliza como escarmiento.

   Está bien, ha rectificado, aunque sea más porque se vieron sus vergüenzas que por convicción. Él dice que por compasión. De la misma manera que rescatar un barco en una misión humanitaria no nos convierte en solidarios. Un acto de compasión no convierte a un bárbaro en compasivo. Bienvenidos sean los pasos dados en el camino de la justicia social (no creo en la caridad), pero no se puede perder de vista que esos pequeños gestos no nos van a salvar del hundimiento moral. Achicamos agua con un dedal y la línea de flotación está ya cerca de la borda. Estamos lejos de vislumbrar un horizonte de paz. Cerramos las fronteras, cerramos los ojos al dolor ajeno, crece la xenofobia y el racismo agazapados tras la sospecha de la delincuencia y el terrorismo. Inventamos excusas para eludir la responsabilidad que nos corresponde por haber tenido la suerte de vivir en nuestro primer mundo, de ser capaces de pensar sin la presión del hambre y la necesidad, todo ello sin más mérito que haber tenido la suerte de nacer aquí y ahora.

   Celebro que se oyeran esas voces y lloro con ellas por haber consentido que esos niños inocentes sean utilizados como arma contra la pobreza de sus padres.


Mercedes Sosa y Calle 13
Hay un niño en la calle