SILENCIO

sábado, 24 de mayo de 2025

Silencio,
    caen las bombas y su ruido brutal produce un silencio ensordecedor, el de los muertos. Los que gritan enmudecen ante el horror y la desesperanza.

Silencio,
    los líderes mundiales están pensando, murmuran entre dientes una respuesta al genocidio. Los atroces crímenes que se comenten desde hace más de un año, los niños hambrientos, los sudarios pequeños, han empezado a inquietar a la opinión pública y sus representantes están molestos.

Silencio,
    el gran mago muestra su faz de ogro, amenaza, gruñe, ruge y muestra sus fauces inclementes. Desea soluciones rápidas y limpias. Eliminar la suciedad de ese territorio para transformarlo en un paraíso.

Silencio,
    se percibe el murmullo del remordimiento, una compungida pena se ha instalado en el mundo, siente como sus valores resultan violentados de manera tan impúdica que la náusea asoma a su garganta. De momento sigue tomando antieméticos, pero comienza a susurrar bajo que no lo soporta.

Silencio,
    miles de personas, lisiados, niños, mujeres, ancianos, deambulan por un territorio destruido, por parajes ya completamente estériles, buscando cobijo, tratando de alimentar a sus famélicos hijos. Caminan levantando el polvo que pisan sin abrir la boca, sus quejas quedan mudas, son sombras, no tienen peso en el mundo.

Silencio,
    el asesino, el torturador, el verdugo va a hablar. Su voz suena potente y su pueblo calla. Desde el púlpito invoca al dios que los bendijo y les confiere el derecho de exterminar los ocupantes de un territorio que no les pertenece por designación divina. Ellos son el pueblo elegido, son la espada de dios.

Silencio,
    el mundo duerme, no griten, dejen de hacer aspavientos por la catástrofe, acallen el clamor frente al genocidio, no vaya a ser que el mundo despierte y entienda que la historia se repite. No hay cámaras de gas, aquí se muere directamente por las bombas que caen sobre escuelas, hospitales, refugios y por el hambre.

Silencio,
    ya cabalgan los cuatro jinetes: la guerra, el hambre, la peste y la muerte. Nada puede pararlos salvo la cordura y estamos completamente enajenados como nuestros líderes.

 

«El enemigo»

   Nos mira. Nos está acechando. Dentro
de ti, dentro de mí, nos mira. Clama

sin voz, a pleno corazón. Su llama

se ha encarnizado en nuestro oscuro centro.

   Vive en nosotros. Quiere herirnos. Entro

dentro de ti. Aúlla, ruge, brama.

Huyo, y su negra sombra se derrama,

noche total que sale a nuestro encuentro.

   Y crece sin parar. Nos arrebata

como a escamas de octubre el viento. Mata

más que el olvido. Abrasa con carbones…

   inextinguibles. Deja devastados

días de sueños. Malaventurados

los que le abrimos nuestros corazones.

José Hierro


El Naán - CUANDO EL RUIDO REGRESE