MIENTRAS EL CUERPO AGUANTE

sábado, 22 de febrero de 2025

    Lejos de la tranquilidad que la edad otorga, de la serenidad en la mirada que la edad confiere por los avatares superados, por los objetivos cumplidos y la falta de ambición de sueños imposibles, en mis 62 primaveras se caen las hojas de la ilusión de dejar un mundo habitable para los venideros pobladores. 

   No es ya sólo el cambio climático, imparable catástrofe que se cierne en un futuro ya inalcanzable para mi cuerpo, es el cataclismo de la actualidad, el minuto a minuto del desastre de una sociedad desnortada que alimentamos con un antropocentrismo, que ya no fija el objetivo en la especie, en el homo, sino en el ego. 

   Hemos entrado en el momento del absurdo elevado a la máxima potencia y para hacernos ver ese esperpento ha tenido que venir a revisitarnos la figura de un fantasma al que creímos burlar y no hizo más que esperarnos en la oscuridad para darnos el susto, como en el tren de la bruja. Trump nos ha traído a la realidad verdadera. El triunfo de los fascismos/populismos es un hecho. En Europa nos enseñaron la patita, pero ya no podemos cerrar la puerta, se metieron en casa y ahora sólo nos queda aprender a vivir con ellos, a evitar sus excesos, a tratar de frenar sus desmanes y a no acabar siendo su objetivo directo para salvarnos. 

   La cuestión más triste o más demoledora, es que tras el histrionismo y la pantomima en que convierten sus discursos, sus mensajes, sus decretos, se esconden principios que nos devuelven a la oscuridad de los tiempos pretéritos, se revierten los avances en justicia social, en igualdad, en valores que otrora fueron los fundamentos del Occidente, el Nuevo Mundo que parecía representar el Progreso de la Humanidad (todo en mayúsculas). No hay más que ver a Donald firmando decretos con Elon Musk y su hijo a horcajadas en el despacho oval. No sé si el trismo es de risa o de miedo, pero se me estremece el alma. 

    Groenlandia tomada por los marines, el golfo de Méjico rebautizado o Canadá anexionado sin permiso a EEUU son sólo ideas pintorescas, pero, ¿Qué me dicen de pactar la paz en Ucrania sin Ucrania, que puede resultar de reinterpretar la Historia trasmutando al invasor en agredido y al provocador en víctima? ¿Se puede pensar en construir un resort de lujo sobre las ruinas que sepultan los cadáveres de miles de hombres, mujeres y niños? 

    Si todo esto fuera posible, después de haber contemplado atónito como las bombas se llevaban la poca dignidad que el continente contiene, por la inacción o el colaboracionismo, por la impotencia o la indiferencia, por la humillante repetición de la historia más triste a manos de los que otrora fueron humillados. Si ahora un arquitecto brillante construyera hoteles de lujo para solaz de los adinerados y pudientes, para que pudieran disfrutar de un confortable spa y un masaje bajo las sabias manos de un palestino empleado del complejo. Si ese mundo distópico fuera posible, entonces ya nada importa el cambio climático porque ya estamos muertos y el cuerpo que nos sostiene está podrido de raíz. 

   En lo local no hay brotes nuevos en el tallo que hagan pensar en una primavera próxima. Imitadores burdos, de segunda clase, aparecen a babor y estribor. Seguimos instalados en el barro de la riada de nuestra DANA. Las mentiras tratan de esconder la ineptitud de los responsables. Las lágrimas lavarán el dolor y la justicia que vive tiempos de sequía, tratará que crezca la flor en el hormigón. Seguiremos adelante, mientras el cuerpo aguante

 

Calle 13. El aguante

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