YO, TÚ, ÉL/ELLA, NOSOTROS...

viernes, 27 de marzo de 2020

   Yo reconozco que me equivoqué, yo era de los que pensaba que este virus era como una mala gripe. Nunca imaginé esta pandemia, que ha sido capaz de desmontar la rutina del mundo entero. En mi ignorancia, la del ciudadano de a pie (y de algunos prohombres del mundo), suponía que aquello que venía de China, no alteraría esta existencia confortable que creímos indestructible. Instalado en la seguridad de vivir en el primer mundo (sólo gracias al mérito de haber nacido en él) veía las nubes negras como el anuncio de una tormenta. Incluso imaginaba confabulaciones dirigidas al control social a través del miedo. Pero este sunami ha sido el peor de los sueños. Yo que no soy especialmente miedoso por naturaleza, tengo miedo de las consecuencias de esta crisis social y económica. No por mí, por ti también.

   Tú, que vivías instalado como yo en este oasis del mundo, a salvo de los maleficios, aparentemente protegido por el llamado estado del bienestar social, sentimos temblar bajo nuestros pies la estructura de la sociedad. Tú y yo, ya no creemos que los males siempre afectan al otro, al maricón con el Sida, al negro con el Ébola, al pobre con la crisis financiera que sucedió al colapso de Lehman Brothers. Todas esas epidemias han dejado de ser maldiciones de un Dios severo ante los pecados del prójimo. Ahora tenemos miedo porque la pandemia no es de ricos ni pobres, de hombres o mujeres, de Occidente u Oriente. El virus es democrático y nos lo repartimos por igual tú y yo, y el vecino, ese desconocido que va por la calle y es tan víctima como portador. Sólo los viejos temen más, pero también tenemos padres y abuelos, por eso el virus se ha instalado en la vida de todos. El miedo nos ha unido, no sé si nos hará más fuertes, pero nos ha unido, con una mezcla de sentimiento que es la solidaridad y el egoísmo, como es siempre la solidaridad, egoísta. Ayudo al otro porque es necesario para mi futuro, para mi seguridad. Tú abres ventanas, aplaudes a los médicos que no siempre han sido héroes, a veces han sido privilegiados a tus ojos. Porque ahora necesitamos al médico, a la enfermera, al policía, al camionero, al tendero, hasta el agricultor se convierte en un pequeño héroe a tus ojos y los míos. Todos esos que cada día levantan el país son admirados. Los futbolistas, las estrellas mediáticas tratan de liderar iniciativas solidarias para no apagar su protagonismo, que se ve ahora como excesivo.

   Él/Ella que cuando los oyes hablar dicen que ya lo veían venir, que esto ya lo sabían, que no saben cómo no se dieron cuenta antes tal o cual. Que son todos unos ineptos, que estamos manejados por inútiles. Tú y yo que repetimos esas aseveraciones también, por rabia, por impotencia, por miedo. Algunos desde la política, desde la calle, desde el despacho creen saber manejar mejor la situación, pero la verdad, sin disculpar la responsabilidad de cada cual, nos pilló a todos el toro. El virus nos pasó por encima por esa confianza de ser la especie elegida, la sociedad modelo, la reserva de Occidente, la élite de la sociedad. Ellos, tú y yo, que vivíamos instalados en el confort, viviendo contra el planeta, gastando y consumiendo por encima de nuestras necesidades, ahora vemos la simplicidad de la vida en el encierro de la cuarentena.

   Nosotros que gracias al virus ahora despertamos del sueño, que volvemos a una realidad de tonos grises, tenemos que salir de este combate fortalecidos. Quizá aprendamos, quizá no. Existe el ánimo de reverdecer como sociedad, tenemos el propósito de enmienda, el dolor de los pecados, sólo nos queda que la epidemia deje además de memoria inmunológica, memoria social. Que no se pierdan todos los buenos propósitos en la palabrería acostumbrada de quién sólo suplica por su vida, pero que pasado el peligro volverá a su cotidiana trivialidad. Sólo falta que todos estos políticos que desde una trinchera o la de enfrente, que ahora dicen desvelarse por nuestra salud apliquen las medidas solidarias que ahora anuncian y se inicie una revolución verdadera. Que la sociedad en su conjunto entienda que la vida es más simple, que se compone de abrazos, besos, amigos, familia, parques, verde, mar, cielo. No precisa móviles de última generación, de coches de lujo, de relojes exclusivos. Que es necesario que a más de nosotros pueda llegar lo que és básico, que lo que llamamos Derechos Fundamentales (salud, educación, vivienda…) sean de verdad el fundamento de la sociedad.

   Honestamente no creo que el virus sea tan poderoso, al final puede que sólo sea una gripe social y pasado el catarro, enterrados y olvidados los muertos volvamos a nuestros cementerios.

   Espero equivocarme, como al principio de la epidemia.

Toni Zenet. Fuiste tú.

MÁS DE UN MILLÓN DE BESOS

domingo, 15 de marzo de 2020

   Llevaba contabilizados más de un millón de besos a mi chica, todos ellos llenos de bacterias y virus, de esos que los niños toman a raudales en las guarderías. Es más, llevo cinco o seis meses con mocos por este sano intercambio microbiano que nos va curtiendo a ambos con la inmunidad. Dicen que para los niños es bueno que tengan mascotas, que las toquen y que adquieran del medio experiencia inmunitaria. Creo yo, que los abuelos también serviremos para ese digno propósito. Al menos esa era la excusa que me ponía para no refrenar mi instinto besuqueador con la niña. Esa pulsión que surge tras el primer atisbo de sonrisa al llegar a casa o que ya resulta imposible de parar si pronuncia las palabras mágicas: “abu” o cualquiera que dé a entender que no sólo eres reconocido sino amado. Entonces estalla un reflejo que parte del mismo centro del hipotálamo y dejas todo aquello que portas en las manos, olvidas todo el bagaje más o menos desagradable del día y la tomas como un regalo ofrecido por la vida en pago a no se que buena acción que haya podido cometer. Ni el bálsamo de Fierabrás cura tan bien las heridas del tiempo, las cicatrices de la vida. Supongo que cada cual se agarra a un palo ante la zozobra. Emma Naia se llama mi bote salvavidas.

   En estas estábamos cuando viene a visitarnos de forma intempestiva el Covid-19. El rey coronado de los virus mutantes, producto del intercambio inmunitario con los animales (zoonosis lo llaman, que suena más bien a espectáculo de circo). Conquista el protagonismo de nuestro mundo, abre y cierra telediarios haciendo olvidar las veleidades que nos acunan cada día y los cronificados problemas del planeta. Incluso tras ese ataque de pánico inicial, se abren puertas a la solidaridad, a la gratitud con el otro, porque ahora el otro importa. Es a la vez víctima y apestado, lo repelemos pero lo necesitamos. Porque está claro que no podemos salir solos de este reto, acabamos entendiendo el sentido de sociedad, de conjunto. No está mal para un bichito tan pequeño. Él sólo ha creado planes de contingencia, ha abierto líneas de investigación para crear una vacuna o un remedio de forma exprés. No está bien que muramos por esta inconveniente pandemia. Nos dejará sin duda memoria inmunológica a los supervivientes, no es tan evidente que deje memoria social, ni siquiera es seguro que el virus nos movilice tanto cuando llegue a África. 

   A lo que iba, que después de todo este lio, tras la emergencia nacional, con el miedo planeando sobre nuestras cabezas, nos hemos prohibido los besos. No hay duda, es la estrategia más inteligente y eficaz. Al fin y al cabo el amor no necesita las manos, sólo el corazón y los ojos. Pero tengo un problema, me cuesta reprimir el animal besador que habita en mí. Si pronuncian la palabra ”abu” actúa como un reflejo medular sin proceso cortical, es un abracadabra mágico. Sin duda mi contaje de besos está claramente en una tendencia recesiva. Cuando las cifras de contagios y muertes estén en descenso pienso remontar mi cuenta pendiente. Recuperaré los besos evitados.

   Besos y abrazos (virtuales)

   Fuerza a todos, hemos podido con enemigos más difíciles.



Lana del Rey. Cuando estábamos en guerra, seguimos bailando


ENTRE EL OLVIDO Y LA DESMEMORIA

domingo, 1 de marzo de 2020

   Entre el olvido y la desmemoria, existe un vacío inmenso. Habitan allí las tinieblas del alma, allí se esconde el lado oscuro del Hombre. La intemperie arrasa con su viento helado las briznas de piedad que empezaban a brotar entre la tierra árida. No existe lugar más tenebroso que las simas del olvido, donde se esconden los demonios que otrora parecieron ángeles. Es un camposanto de voluntades que fueron primero ideales, luego conceptos y acabaron abandonadas por la pereza. No hay lugar más triste que el que se halla sepultado por el olvido, enterrado bajo la arena traída por el viento de la desmemoria. La verdad oculta a los ojos ciegos y los oídos sordos por mentiras de autocompasión.

 Allí habitamos helados de frio, mirando con recelo el pasado que se nos aparece como un fantasma temible. No podemos ni queremos recordar que fuimos Hombres, que tuvimos ideales solidarios, que vivimos los sabrosos momentos de la ilusión. El manto negro del desengaño o del miedo nos encerró en la prisión del olvido. Nos tiene sujetas las manos y ya ni siquiera nos rebelamos. Sucumbimos a la tenacidad de la desmemoria que cada día nos roba un pedazo del pasado. Corrimos tanto perseguidos por el miedo, que hemos dejado atrás nuestros sueños y abandonados al resto de los caminantes. Ahora nos encontramos solos en este paraíso perdido, mirando a todos lados sin poder ver más que nuestro confortable presente, temiendo siempre que nos asalte la duda, que nos muestren la realidad de nuestra miseria futura.

   En África la muerte campa a sus anchas, las guerras, el hambre, la malaria, el dengue y la atrocidad de los bárbaros convierte a los hombres, mujeres y niños en víctimas. Congo, Nigeria, Chad, tantos nombres marcados por la siniestra mano de la muerte y la desesperanza. Oriente Medio y Asia se arrastran tras Occidente, suspirando por alcanzarlo y deja un rastro de cadáveres y esclavos que ven como se desvanece el sueño que vive casi a su lado. Los pueblos de América, los que conquistamos para llevarles la Fe de Cristo, los que pretendimos ayudar a formar parte de nuestra Historia y Destino, se debaten entre regímenes corruptos y revoluciones que siempre dejan la herida de la miseria. Aquí y allí, incluso entre los remansos aparentes de las democracias pertenecientes a los “dueños del primer mundo” hay pobres que expiran entre la opulencia.

   Todo esto parece que ocurre en otros mundos, en el nuestro sólo el coronavirus importa, es el único Armagedón que nos preocupa. Salimos corriendo a refugiarnos de los infectados, nos cubrimos el rostro con mascarillas, cerramos las puertas y nos encerramos para no formar parte de los apestados. No sabemos que por mucho que corramos, no podremos huir de la parca que nos espera en nuestro idílico y seguro mundo de desmemoriados. Aunque tratemos de olvidar que la muerte y la miseria infecta el mundo no borraremos su mancha. Sólo puede salvarnos el recuerdo y la memoria de los Hombres, es lo único que quedará de nosotros cuando nuestro polvo vuele liberado de la materia.