EL FIN DEL MUNDO

viernes, 3 de enero de 2020

   Se avecina el Fin del Mundo, eso es al menos lo que se percibe cuando escucho los augures que cada día se asoman a las pantallas para advertirnos del riesgo que corremos. El gobierno que nos espera traerá el caos, se hundirá la economía en tal sima, que no habrá un mañana. Los portavoces de los empresarios, los bancos, la Iglesia, nos previenen de la hecatombe que nos espera. Ellos que siempre han estado dispuestos a sacar a los ciudadanos de sus miserias (incluso perjudicando sus intereses), claman ahora para que se oigan sus advertencias. Casandras y Laocontes vienen gritando desde las tribunas el infortunio que nos acecha. El Caballo de Troya en forma de independentismo o sanchismo, harán abrirse las puertas Esceas para que entre la anarquía y el anticristo.

   Un nuevo milenarismo se abre ante nuestros pies, si el efecto 2000 no arrasó la sociedad, lo hará el efecto 2020. En un año aciago como lo son los años bisiestos, donde se sabe que ocurren todas las desgracias. “Año bisiesto, año siniestro” Los asesinatos de Lenon y Gandhi, el hundimiento del Titanic, el inicio de la Guerra Civil y ahora este frente popular comunista que pretende arrancarnos de Occidente, ahora que vivimos las mieles de la democracia.

   No sé lo que harán o dejarán de hacer si finalmente forman gobierno Sánchez e Iglesias con la abstención de los independentistas y con la actitud incendiaria de la derecha y la ultraderecha a las que ya no es fácil distinguir. Entre tanta soflama y llamada a la guerra santa contra el sanchismo y la Reconquista ante el Islamismo radical quedo perplejo y anonadado. No puedo entender cómo se pretende hablar de Golpe de Estado, a la constitución de mayorías que han surgido de las urnas. ¿Dónde ha quedado el espíritu democrático y la aceptación de los resultados electorales? ¿Acaso esto es más fraude que constituir gobiernos en Andalucía o Madrid apoyados en fuerzas fascistas?

   Definitivamente estamos creando el caldo de cultivo donde empiezan a fraguarse los odios irracionales. El frentismo de las banderas, de las pancartas, de las consignas, de la mentira instalada en el discurso. Unos y otros han hecho gala de una absoluta falta de patriotismo, entendiendo este término como amor a la patria y a los que viven en ella. Una irresponsabilidad que manifiesta su falta de calidad política. Si desestimamos al diálogo como base del entendimiento nos vamos alejando del espíritu de la Democracia. Como colofón, a las puertas de un debate en el Parlamento (viene de la raíz parlar, hablar), la Junta Electoral, una institución judicial altamente politizada emite un juicio con una mayoría exigua de 7 votos contra 6 que ataca al parlamento elegido democráticamente por los catalanes. Resolución que no se puede aplicar hasta que se pronuncie el Tribunal Supremo y sólo pretende añadir gasolina a la hoguera y dinamitar lo que la junta electoral debería de proteger que son la legitimidad de las dos pasadas elecciones. De nuevo seguir haciendo política desde la judicatura, la anulación del principio de separación de poderes.

   Entre tanto Trump sigue en su política de supremacista blanco, ahora asesinando impunemente a un iraní, sin juicios, sin más garantías de su palabra de que es un terrorista perpetrando atentados futuros. Lo anuncia en un mitin con Evangelistas y estos lo bendicen como luchador ¿Cristianismo radical?

   Y si al final se forma Gobierno, mira que si va y resulta que el mundo no se acaba. No se preocupen, siempre se puede retrasar el fin de los días a un poco más allá, al final, un día lo acertarán.