UNIVERSOS ROTOS

domingo, 25 de junio de 2017

El viejo, sentado frene a la ventana veía caer la tarde, observaba con la mirada perdida los rojos ocultándose tras el horizonte. Estaba, como el día, acabando su tiempo, meciéndose con los últimos compases de la vida. Sin embargo, nadie podría pensar que la tristeza asomaba a su rostro. Aunque a decir verdad, quizás su rostro siempre había parecido triste. Demasiados huesos como le decía su madre. Su cara poseía unas prominencias óseas tan marcadas que las sombras se proyectaban en todas sus facciones. No había dulzura en sus rasgos, ni ternura en su mirada. Sólo la soledad se adueñaba de aquel cuerpo expuesto a la intemperie de la vida y vencido por ella. Pero el viejo resistía asomado a la ventana contemplando la vida con la indiferencia de quien ya nada espera. ¿Qué es la vida si no una eterna espera? Si no existe nada en lo que fijar la mirada, si no queda nada por ver, si no hay futuro, es que la vida llegó a su fin. Allí en la ventana era fácil dejar volar la mente hacia el recuerdo que es el único lugar que no muere. Por más lejos que quede siempre es posible volver la vista atrás y ver a través de nosotros mismos. Otros tiempos que ya pasaron a la historia de uno mismo y que no tienen más valor que el de darnos sentido siempre nos están esperando.

Recordaba su infancia. Quería ser amado pero no podía evitar crear una barrera invisible entre él y los demás. Sólo su madre traspasaba a veces aquel muro de silencios que lo tenía aislado en su cuarto, agarrado a cualquier objeto que le diera la certeza de estar presente. Sostenía con igual pasión un tornillo que hubiera encontrado, como la pierna de un muñeco. La pasión con que se agarraba a aquellos objetos era su deseo a permanecer unido a la realidad. Creía que si se soltaba podría desaparecer y adentrarse en otros mundos oscuros. Tantas veces había pensado que con la edad aquella sensación de desamparo desaparecería, que sólo pensaba en resistir. Aguantar un día más le acercaba a la posibilidad de dejar de ser un forastero en el mundo. Iba al colegio y se relacionaba con sus compañeros, siempre sujeto a un objeto fetiche. Estudiaba y creía de verdad que el estudio le permitiría encontrar las respuestas. El tiempo le demostró que la recompensa a su tesón sólo eran nuevas preguntas. Pasó por la adolescencia como quien atraviesa un desierto. Tenía sed pero carecía de agua. Tenía calor pero no había sombras en las que cobijarse. Caminaba y sus pies se hundían en la blanda arena, no podía marchar con un paso firme por aquel lugar que cedía a cada paso sin saber si acabaría finalmente en las arenas movedizas del fracaso. Esta vez llevaba agarrada de la mano otra mano, la de Julia. Los dos se movían con la inercia de sus músculos, con el dictado de moverse que les daba su mente, pero sin una dirección marcada, sin destino, sin propósito. Dicen que las almas gemelas se encuentran. No eran almas gemelas, eran almas en pena que se consolaban mutuamente. El día que perdió el paso y cayó, al levantarse ya no quedaba nadie que le diera la mano. Julia siguió caminando como una autómata y para cuando se dio cuenta ya estaba muy lejos para alcanzarla.

Estudió medicina. Conocer los misterios del cuerpo quizá le permitiría descubrir los arcanos del alma. Encontraría las respuestas ocultas entre los pliegues del dolor de los otros. Después de tanto tiempo adentrándose en la miseria de la enfermedad, buceando en los orígenes del sufrimiento, no consiguió comprender la injusticia de la vida. No era la muerte la que asolaba los cuerpos enfermos, era el miedo. En sus rostros aparecía un terror que iba creciendo conforme la enfermedad ganaba batallas. Los ojos se hundían en la profundidad de las cuencas, la boca se contraía en cortos espasmos que no hacían si no acentuar la sensación de pérdida. No obtuvo los resultados esperados, la medicina consiguió curar a algunos de sus pacientes, pero no halló el remedio para la fractura que en su Universo personal existía. Quizás aquello no tenía solución, quien nacía roto debía resignarse a convivir con los pedazos de su cuerpo quebrado. Trataba de ver a través de la ventana donde habían ido quedando los fragmentos que había ido perdiendo a lo largo de su vida. Podía ver sus miembros esparcidos por el pasado como si se trataran de las migas de pan que había ido dejando para encontrar el camino de vuelta.

Ahora ya no tenía que preocuparse de nada más, pronto llegaría la hora. Veía transformarse los rojos del crepúsculo en oscuridad y eso le devolvía la esperanza de que estaba cerca el fin. Necesitaba descansar, alcanzar el remanso de paz que concede la muerte. Sólo así quedarían olvidados sus Universos Rotos.


Escena de Los puentes de Madison (1995). Película de género romántico y drama. El futuro de Francesca Johnson parece predestinado cuando una bifurcación inesperada en el camino la hace cuestionar todo lo que había llegado a esperar de la vida.    

EL POZO DE LA DESINSPIRACIÓN

lunes, 19 de junio de 2017

Cuando la mente se vacía y cae en el pozo de la desesperanza, nada acude en ayuda de la inspiración. ¿Se agotaron los recursos o se trata simplemente de una situación transitoria? Es la monotonía quien apaga las luces de la creación, es el ritmo cansino de la vida el que adormece la comunicación con lo sobrenatural. La fuente de palabras y de ideas que brotaba clara desde las profundidades del alma, como un manantial que parecía inagotable, reposa ahora en las tranquilas aguas estancadas de una charca. ¿Cómo despertar al duende inspirador si no sabemos invocar su nombre ni conocemos su procedencia? Recibimos tanta información dolorosa, tanta basura se acumula en nuestro portal, que es difícil saludar el día con la alegría del enamorado. ¿Acaso el desamor nos hará volar a los pozos oscuros pero fructíferos de la tristeza o nos sumirá más aún en el letargo de la indiferencia? Dejar de mirar la vida desde el balcón de invierno del recuerdo, pasarse a la orilla del mar del futuro, bañarse allí los pies notando el frio entre los dedos, despertar la sonrisa, abrir los ojos, llenarse los pulmones con aire nuevo. Viajar, amar, escuchar, hablar, compartir… Para devolver la magia de la imaginación hay que conjugar los verbos que requieren compañía. La soledad no es mas que sentirse acompañado por uno mismo y proporciona la misma energía. Sea como sea, quiero pedir que vuelva la luz reveladora y que me permita seguir pulsando las letras que son como píldoras para seguir en pie.

Brains. Voltaire
 

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN PARTO

domingo, 4 de junio de 2017

Si tuviera que decir a la cámara algo que pudiera ser interesante acabaría pasando el tiempo de grabación con la mirada perdida en el cielo para ver descender la inspiración. Pero si me siento a escribir es más fácil que salga algo que viene seguro de dentro, que está ahí esperando ser invocado. Sólo hay que decir la palabra mágica, abracadabra, en mi caso Aurora.

Nadie conoce a nadie, somos como nos imaginan que somos. ¿Quién puede conocer los entresijos de una mente, si a veces no podemos vernos ni a nosotros mismos con claridad? Al final, digo que somos lo que los demás ven, o alguien parecido. Y ¿Qué me dices de adivinar como fueron, qué serán? Un desafío imposible, sólo al alcance de algo tan potente como la imaginación. De allí viene esta Aurora, puede que tenga rasgos reconocibles o tan contaminada sale de mi cariño que sólo es una fábula, un producto de factoría de ficción. Que más da, yo escribo, tú lees y por un momento hemos conectado nuestras mentes, uno en el otro. Es como un beso de felicitación que dice cuanto quieras que diga.

“Aurora a sus veinticinco años tiene un armario lleno de ilusiones, de cosas por hacer, de proyectos, de amigos. Tan lleno que parece va a romper las puertas y salir, desbordarse por la habitación. Lo mira y piensa: “ ja ficaré ordre un dia d´aquestos, però no tinc temps” No tiene tiempo porque su reloj corre tras ella diciéndole que queda tanto por hacer que debe correr. No es una huida desenfrenada, es una carrera necesaria para llenar tantos deseos como se agolpan en su mente. Llega al hospital temprano, ha tenido tiempo de preparar el desayuno a su marido y dejar todo en orden. No es una imposición, no podría hacerlo de otra manera, le place, disfruta de ello, por eso cuando llega al hospital ya lleva su sonrisa y sus labios pintados de rojo. Se viste con ese vestido corto de enfermera y antes de salir del baño se mira en el espejo, como para desearse suerte, pero a la vez para infundirse ánimo. “ Xé, no estic mal, en hi han de pijors!”

Cuando sale le sigue una estela de perfume que no consigue alcanzarla porque ella ya está en el paritorio. Allí entra irradiando luz, como su nombre, la que brilla. Más se alegran las compañeras que salen de guardia. Por fin el relevo a un noche larga, siempre tediosa. Los paritorios son salas tristes, donde los gritos de las mujeres, el sufrimiento, han dejado manchas en las paredes, han impregnado todo el espacio de una pátina de dolor. El paritorio es un espacio que puede convertirse en una cárcel si dejas que el dolor te posea. Pero con Aurora el dolor esta inerme, porque ella genera alegría, despierta esperanza. Cuando entra pinta de color aquellas paredes grises del mismo color que sus labios o de verde manzana o de azul turquesa. Habla a las mujeres con la determinación de un general que va a llevar a sus tropas a la victoria, con la dulzura de una madre que susurra a su hijo para que no tema en la oscuridad. “Ala xiqueta que aço està molt bé, estas casi en completa i acabarem en un momentet” Hay una situación de desamparo mayor que la del miedo, la del dolor y el miedo. El parto tiene todos los ingredientes para romper la integridad de una mujer. Ni el amor al hijo puede a veces superar esa terrible necesidad de acabar con el martirio del dolor brutal, esencial, que parte de las entrañas y se abre camino hacia el sexo. El lugar que fue punto de partida de placer, de sueños es ahora un enemigo que se interpone al descanso, al fin del sufrimiento. “Cariñet, estem acabant, en un moment voràs al teu xiquet” No existe siempre el consuelo, pero tener una mano a la que agarrarse, alguien que te trasmite calor, alguien que te está diciendo con los ojos, si pudiera compartiría tu dolor, permite resistir, mantener la dignidad de ser mujer. La dignidad que no viene de sufrir para parir, si no la dignidad de ser la actriz principal en el proceso de la vida. Aurora es el faro en la tempestad, la luz del amanecer que disipa los fantasmas de la noche. Cuando el dolor estalla en grito y tras él viene el llanto del niño que ha nacido en sus manos, cuando el drama se convierte en felicidad, cuando todo estaba a punto de derrumbarse y ha conseguido mantener la calma, de nuevo sonríe : “ Tu veus, és preçios, com vas a ficar-li? Ara ja ha passat tot, en un momentet estaràs dalt bonica”

Aurora a los sesenta años tiene un armario lleno de ilusiones, un día de estos tendrá que poner orden o amenaza con romperse, pero no tiene tiempo, hay tantas cosas por hacer. Sale temprano para ir al hospital después de haber preparado el desayuno a su marido, él ya sabe que no es por obligación, lo hace por gusto y no podría dejar de hacerlo aunque quisiera. Entra el paritorio con una sonrisa y sus labios pintados y se pone el pijama de la guardia. Antes de salir del baño mira de reojo el espejo y piensa “Xé, no estic mal! En hi han de pijors!” Cuando abre las puertas de aluminio y entra en aquel sagrado recinto, donde la actividad de la noche ha dejado secuelas en los ojos y las caras de sus moradores, un chorro de agua fresca llega hasta aquellos durmientes “Xiquets, com esteu. Ale vaig a fer-vos un café. Qué tenim per açí? ” y se acerca al paritorio donde una mujer con epidural, junto a su marido esperan con cierta aprensión el cambio de turno sin saber quien les va a llegar. Sonríe la explora y le dice: “Cariñet aço està molt bé, estas casi en completa i acabarem en un moment”

Com que Aurora corre més que el temps, no podrà mai alcançarla, serà sempre la xiqueta, la germana, la mare de vinticinc anys que cuan obri la porta deixa entrar la llum, amb eixa risa oberta que surt dels morrets pintats en roig.


Un beset de Robert

Benifaraig 5 de juny de 2012



Ordinary World. Duran Duran