ENSAYO SOBRE LA CEGUERA

domingo, 30 de octubre de 2016

Estamos ciegos. Nos dejamos llevar de la mano por gobernantes que están tuertos o en sus mejores días los ojos les hacen chiribitas. Ellos nos dicen que son visionarios, dicen tener los remedios de todos nuestros males y sin dudarlo les creemos. A pesar de que llevan engañándonos durante años, que nos han mentido de forma constante, nosotros seguimos cogiéndonos de su brazo. Nos han metido en tantos charcos que nuestros pies no salen del barro pero nuestra ceguera nos impide verlo. Tozudos como mulos seguimos estrellando nuestra cabeza contra el muro de la mentira y la corrupción, depositando nuestro voto como si fuera una ofrenda a los que utilizan la papeleta como papel higiénico. 

Definitivamente el miedo o la comodidad nos ha cegado, vamos dando palos de ciego en el mundo oscuro de la política y caemos siempre en las enmarañadas redes de la propaganda. A pesar de que no estamos sordos, nuestra ceguera nos impide oír los avisos de nuestra conciencia que nos dice que aquellos imbéciles ya nos la dieron con queso otras veces, ya nos estafaron con los mismos argumentos. Seguimos como borregos por la senda que nos marcan, nos aterra que se acabe el camino o caernos en el barranco de la miseria desde el que otros gritan. Para no ser como esos desgraciados que han sucumbido a la pobreza nos agarramos con fuerza a la cuerda que nos tienden sin apercibirnos que está también arrollada a nuestro cuello y que conforme vamos tirando la apretamos un poco más.

Nos comportamos como los ciegos de José Saramago buscando nuestra supervivencia a costa de renunciar a todos los principios que una vez nos parecieron los fundamentos de la ética. Acabaremos degollando a un pobre para quitarle su mendrugo mientras el rico come el bocadillo de chorizo en su chalet protegido por guardias de seguridad privada.

Como los murciélagos, nos dejamos llevar por las ondas de la radio y las tertulias, por los titulares de la prensa, por los eslóganes de los pasquines y tropezamos una y otra vez contra las mismos obstáculos, caemos en manos de los rufianes de siempre. Hacemos oídos sordos a las voces de algunos que se pierden en el ruido mediático. Como niños no atendemos a razones, desoímos los consejos de quienes nos previenen sobre los males de lo venidero y nos prestamos al engaño de lo que parece más fácil.

¿De verdad estamos tan ciegos? O nos hacemos los tontos ¿Hemos perdido la cordura? O queremos pasar por locos. ¿Nos ha adocenado esta sociedad del bienestar? O deseamos vivir así.

Niñas ciegas en la Fundación Vicente Ferrer